Rentistas


La peor época del año para un despacho profesional es el periodo comprendido entre abril y julio de cada ejercicio.

La peor época del año para un despacho profesional es el periodo comprendido entre abril y julio de cada ejercicio. Aparte de la propia dinámica de atención al cliente, se empalma la liquidación del primer con el segundo trimestre, teniendo entre medias la declaración de la renta y salpimentado con el impuesto de sociedades. Un periodo de 16 semanas donde se va con la lengua fuera a todas partes. Es como llamar por teléfono en Nochevieja, hay saturación del servicio. Al final, todo se termina presentando y tomando las uvas, pero la tensión y la presión, es crecientemente intensa según se acerca el último día de la declaración. La calma de tener, a priori, liquidada la cuenta con el fisco. Eso si, cada año con más conflictos y problemas respecto al año anterior. De esta campaña del IRPF hemos sacado varias conclusiones poco edificantes sobre la distancia existente entre el fisco (buen nombre para un perro) y el contribuyente.

    Entre los aspectos técnicos, cabe destacar la falta de habilitación del sistema para fraccionar en dos pagos, fuera del periodo de domiciliaciones, incluso con el certificado digital. Lo que otros años era un margen adicional para completar el servicio, este año se ha pervertido ya que, había que reconocer el primer plazo como deuda, domiciliar el de noviembre y entre medias, pagar el débito original vinculando el NRC de manera manual. Más allá de la molestia, una falta de empatía con los despachos profesionales que hacemos de recaudadores más que de colaboradores sociales. También ha sido especialmente llamativo y de especial vigilancia la domiciliación de aquellas cuentas de fallecidos que la AEAT identifica como no titulares por orden del banco, pero que son necesarias para cobrar el tributo del año del óbito. En aquellos casos que había discrepancias, el cargo no se hacía efectivo, y ya, al día siguiente venía con un recargo del 5 por ciento. Si se deja estas fechas de margen, y no se está atento por no tener obligación de usar firma digital, el recargo pude subir al 10 por ciento por no tener cartas de pago. Por último, y ya como traca final, la problemática de codificación con el exceso de deducciones de años anteriores sobre las deducciones por razones energéticas, que simplemente el programa tributario expulsaba al contribuyente, teniendo que indicarlo de manera manual con CSV a través del registro general, provocando cabreos e incomprensiones por parte del obligado tributario e indefensión social por parte del profesional. 

    Y al final, la sensación que hay es que el ciudadano cada vez paga más año tras año. No solo han sido aquellos que incluso cobrando el salario mínimo o el desempleo exiguo han hecho o se han librado por los pelos de presentar la declaración, sino la ausencia de deflación (si hay un mínimo exento en un año base, este poder adquisitivo debería ser idéntico en los años posteriores teniendo en cuenta la inflación) de las bases impositivas, ha provocado más recaudación nominal masiva entre ciudadanos. ¿Cuántos años llevamos con las mismas cifras de mínimo vital, deducción por descendientes o los gastos de los mayores. Exactamente desde 2008. Más de 16 años en los cuales la inflación acumulada ha sido del 31por ciento pero sigue pensando, desde el punto de vista tributario, que el coste de la vida es idéntico. Este exceso de recaudación, el cual debería ir a los servicios públicos, no se refleja en un aumento de la calidad de nuestro bien común, sino en un cuestionamiento profundo del Estado de bienestar. Se va la luz, se para el AVE, se mantiene la lista de espera. En Europa, mayoritariamente es obligatorio deflactar desde 2015. Aquí, sirve como un nuevo ticket a pagar para lo que se espera por delante y tenemos tres recibos que cada vez se hinchan más: El problema de las pensiones (Dinamarca ya está en los 70 años); el problema de la deuda (1,6 billones de pasivos a carta de Españita) y el problema de la defensa (ese 3,5 por ciento +1,5 por ciento sobre PIB nos lo vamos a comer a cucharadas). Estamos viviendo de las rentas y cada vez se nos agota más el tiempo para elegir que renuncias queremos priorizar. Al paso que vamos, serán todas a la vez, porque va a ser imposible recaudar más sin romper la cuerda por algún sitio.