Retiro a Ribadumia

05/05/2018 - 12:57 Emilio Fernández Galiano

Enconados en una alocada carrera por obtener del líder las prebendas propias a sus lealtades, le habían convertido en un emperador inane.

Comprendió entonces que su labor finalizaba. Mientras se mesaba la canosa barba que apenas disimulaba su característico prognatismo, congénito de los Habsburgo, y tras contrastar que había fracasado en la unión de las distintas familias religiosas en su idealizado catolicismo, heredado de sus abuelos, y a pesar de que su gestión económica no había empañado el inmenso poder que asumió gracias a sus antepasados, sí entendió que había fracasado en la unidad territorial de su anhelado imperio y que finalmente tenía que ceder entre las distintas familias que se lo disputaban. Intuía que no era entendido, que sus propósitos, sin duda, eran los mejores para sus gobernados, pero no se los reconocían. Ninguno de sus cortesanos se lo advirtió.  Enconados en una alocada carrera por obtener del líder las prebendas propias a sus lealtades, le habían convertido en un emperador inane. Un emperador que, en silencio, iniciaba su retiro a Yuste.
    Mariano I y V de Génova se encuentra, cuando esto escribo, en Burgos, a mitad de camino entre la Villa y Corte y Ribadumia, su retiro gallego habitual en el estío durante los últimos años. Me cuesta trabajo creer que sean los mismos pasos que emprendió Carlos camino a su monasterio extremeño. Pero deberían serlo.
    Por muy estructurado que sea, nadie ignora en el PP que el partido se desfonda, se deshilacha. Tienden a comparar la situación con lo sucedido en UCD, y no es así. Principalmente porque éste fue un partido nacido para la Transición con fecha de caducidad una vez culminado el cambio. No podía ser de otra manera. De sus residuos y de los emergentes del partido de Manuel Fraga, surgió el PP, cuyo éxito se fraguó  precisamente por ser abiertos sus orígenes, el centro derecha español de toda la vida.       Durante mucho tiempo no sólo ha sido la simetría ideológica al PSOE, sino que llegó a superarlo en cuadros y afiliados. El poder del PP ha sido, sucesiva y alternativamente, mayoritario. Contemplado en los distintos niveles de la administración, enorme.
    Como en la parábola de los talentos, se juzgará finalmente a quien los tuvo y que por miedo, exceso de precaución, cobardía o, simplemente, pereza –tal cual la dibuja Peridis-, no los utilizó. La inacción o el inmovilismo de Rajoy durante los últimos tiempos, además de generarle los peores tótems de su personalidad –el estafermo, el asno de Buridán, el vago o el pétreo- ha provocado, paradójicamente,  el mayor terremoto en su partido y, en parte, en la sociedad española, aquélla en la que se refugia su electorado.
    En momentos así, cuando a Carlos I se le sublevan sus propios familiares, cuando a Rajoy sus barones se movilizan en la sombra y sus ministros le ridiculizan o la corrupción le envuelve como la peste,  pueden incluso pensar en confabulaciones,  en despropósitos o hasta en la mala suerte, sin darse cuenta de que la realidad de los hechos es incontestable, como las inevitables y lógicas consecuencias de su última gestión.
    El Emperador se dio cuenta y puso pie hacia Yuste. El Registrador espero que se dé cuenta y ponga pie hacia Ribadumia. Incluso por esos lares puede encontrar su paz y su sustituto. A lo mejor no es tarde. Pero es urgente.