Riesgos atómicos

14/04/2011 - 00:00 José Luis Maximiliano

La energía nuclear, la energía atómica, siempre ha sido un elemento de controversia. Su peligro ha tratado de minimizarse por parte de los pronucleares, que siempre han acusado a los adversarios de alarmistas, cuando no de mentirosos. Sin embargo, los antinucleares no hemos exagerado ni un ápice cuando hemos alertado de los graves riesgos que esta energía conlleva. Desgraciadamente ha tenido que ocurrir una tragedia en Japón para que la población esté tomando conciencia de que aquellas advertencias, que algunos calificaban de alarmistas y falsas, con el objetivo de impulsar el uso y abuso de la energía nuclear, eran ciertas.

   Es una tragedia de tal magnitud que está afectando a millones de personas y su entorno y cuyas últimas consecuencias no se podrán evaluar hasta dentro de muchos años, porque éstas se manifiestan con enfermedades muy graves, que tardan mucho en desarrollarse y que afectarán incluso a las próximas generaciones. Con Chernobil, los pronucleares tenían la excusa de que esta central atómica no reunía las condiciones mínimas de seguridad. Ahora con la catástrofe de Fukushima se demuestran los graves riesgos que este tipo de energía tiene, incluso con centrales “modélicas”.

   Por cierto, esta central es del mismo tipo que la que tenemos en Santa María de Garoña, tan alabada por los partidarios de aplazar su fecha de cierre, que han quedado en evidencia tras lo ocurrido. La energía nuclear es para las compañías eléctricas un chollo. Produce electricidad de forma masiva y les da a ganar mucho dinero, sobre todo porque los residuos que generan los gestiona una empresa pública, ENRESA, que funciona con dinero público, el de todos nosotros. De esta manera las Compañías privatizan los beneficios y socializan las pérdidas. De ahí el interés que ponen en su defensa a toda costa. Después de Fukushima nada será igual. Fukushima ha demostrado que los riesgos de la energía nuclear van más allá de lo tolerable.

  Nada justifica los riesgos, ni los potenciales, ni los reales. Japón ha demostrado que un accidente de este tipo puede afectar de forma letal a millones de seres. Si alguien tenía alguna duda seguro que con esto se le han disipado, porque los riesgos no compensan ninguno de los pretendidos y discutibles beneficios que dicen que nos proporcionan. Según los últimos datos publicados de Red Eléctrica de España, la energía nuclear supone sólo el 8% de la potencia instalada en nuestro país. Eso quiere decir que se puede prescindir perfectamente de las centrales nucleares.

  Es necesario llevar a cabo un calendario de cierre de todas ellas y avanzar en un nuevo modelo energético basado en el ahorro, en la eficiencia y en el desarrollo de las energías renovables, para cambiar el actual modelo basado en una oferta creciente como si fuera ilimitada, por otro basado en la sostenibilidad. Y no hemos hablado aún de los residuos. ¿Quién está dispuesto a asumir el riesgo de que éstos, altamente peligrosos, con una actividad de miles de años, enterrados en unas instalaciones que se dicen seguras, no ocasionen una catástrofe similar en un futuro? ¿Tenemos derecho a hacer esto a las siguientes generaciones? Los riesgos de la energía nuclear, como hemos visto, son muy altos y aunque sólo hubiera una posibilidad entre un millón de que ocurriese otra catástrofe como la de Japón, la pregunta que nos tenemos que hacer es si merece la pena correrlos.