San Valentín sin piropos

10/02/2018 - 17:43 Antonio Yagüe

Hoy sería impensable la escena de aquella película donde José Luis López Vázquez piropeba a una espectacular Carmen Sevilla deletreando cada sílaba: mo-nu-men-to.

Ya eran una práctica cañí o viejuna. Pero hasta los comentarios a la belleza femenina con gusto y educación han pasado a considerarse acoso y  violencia machista. Aunque se sitúen lejos de lo soez y la tetosterona que desprende cierta fauna callejera o a pie de andamio. Hay que andarse con mucho cuidado hasta en los cócteles de gente fina o la salida de la misa  antes de decirle a una mujer lo guapa que está o alabarle el nuevo corte de pelo. Puedes quedar como un gañán.
    Muchos andamos desconcertados. La condena ha llegado hasta los piropos insinuados o metafóricos. Como en la reciente campaña contra la violencia de género de la Xunta bajo el lema Lo más grande de Galicia no se maltrata. Los 35.000 carteles hacían emerger la figura de tres mujeres ante las grandes joyas arquitectónicas de la comunidad. Asociaciones feministas la denunciaron por rancia, machista y por ‘cosificar’ a la mujer con comparaciones. Hoy sería impensable la escena de aquella película donde José Luis López Vázquez piropeba a una espectacular Carmen Sevilla deletreando cada sílaba: mo-nu-men-to.
    La Junta de Andalucía ha puesto el dedo en la llaga con otra campaña. Bajo el lema No seas animal, persigue erradicar el piropo, una “práctica socialmente aceptada que normaliza el papel de las mujeres como objeto sexual”. Sin entrar en grados, matices o circunstancias. “Los piropos ni para la intimidad”, defienden las promotoras. Un pueblo asturiano y otro de Teruel han cortado por lo sano y suspendido, todo indica que para siempre, dos certámenes de piropos que habían instituido en los setenta para animar con algo de chispa  literaria el día de San Valentín. Pero las fuerzas vivas femeninas los consideran una actividad ‘machista’ e incompatible con ‘el principio de igualdad’.
    Recuerdo que en el Instituto de Molina un grupo de adolescentes hicimos un concurso, con jurado femenino, sobre el piropo con más gancho y delicadeza. Ganó uno plagiado de una película de vaqueros donde  Clark Gable declaraba a la triste mujer que amaba, Marylin Monroe: “Cielo, cuando sonríes es como si saliera el sol. Resplandeces a mis ojos”. Aquel guión de Arthur Miller no hubiera superado hoy el nivel de lo políticamente correcto. Y nosotros seríamos considerados vulgares machistas y, posiblemente, unos gilipollas.