San Valentín
En 2012, al cumplir las bodas de oro, fuimos a oír misa a la misma iglesia, y el sacerdote se emocionó en el sermón, llamando a los alemanes a celebrar un matrimonio que había durado ¡50 años!
El día 14 de febrero es San Valentín, patrono de los enamorados. Naturalmente me siento obligado a escribir sobre el amor. Pero en este caso no me gusta la preposición “sobre”, sino “en” el amor. En el siglo XVI no se decía hablar sobre algo, sino “hablar en algo”, es decir, introducirse en el tema y hacerlo transparente para el interlocutor o lector. Pues bien, el amor exige hablar desde dentro de la vivencia amorosa. Decía Ortega y Gasset que en el tema del amor todos nos sentimos doctores. Yo confieso que en esa materia no he llegado ni a la licenciatura: la experiencia del matrimonio sostenido casi durante 60 años, la actitud de amor universal a todas las personas, “castillos todos de un diamante y muy claro cristal” (San Teresa), el amor a la familia y a todos los que me han apreciado y ayudado. Una sencilla anécdota: mi esposa y yo nos casamos en Munich un día de abril de 1962 en la iglesia de la Santísima Trinidad.
En 2012, al cumplir las bodas de oro, fuimos a oír misa a la misma iglesia, y el sacerdote se emocionó en el sermón, llamando a los alemanes a celebrar un matrimonio que había durado ¡50 años! Hoy puedo hablar del amor desde esa experiencia y desde muchas lecturas. Después de todo, como profesor de distintas épocas de la historia intelectual de España, he tratado del amor en la poesía, la novela y el ensayo.
En 1966 publiqué por primera vez un artículo sobre Niebla (1914) de Unamuno y en él analicé las distintas variantes del amor que el pensador presenta: Augusto Pérez (un emperador-Augusto- pero de la calle:Pérez, como cualquiera de nosotros) se enamora de Eugenia Domingo del Arco y se refleja como esclavo, dispuesto incluso a compartirla con el “hombre” al que ella sigue. En compensación, Augusto es cruel en su dominio con la pobre planchadora que le sirve. En el amor se camufla el interés: Unamuno cuenta la historia de Doña Sinfo, dueña de una pensión. A un pobre vecino le han dicho los médicos que le quedan quince días de vida. Doña Sinfo le recoge en su pensión y se casa con él para poder cobrar como viuda el sueldo del difunto. Pero pasan los días y el viejo no se muere; doña Sinfo se siente traicionada y le expulsa de su casa.
Desde una visión más amplia, el amor presenta en la literatura, por lo menos hasta el siglo de oro, estas variantes: amor platónico (Platón, Plotino, Pseudodionisio), que es en realidad una metafísica en la cual el grado de amor se mide según el nivel de desmaterialización por el que pasa el alma. En la literatura musulmana se da el “amor udrí”: amor al cuerpo femenino, visto y deseado tras el encaje transparente, pero respetado por el amante venciendo a su corcel desbocado. Amor de “dolce stil nuovo”: las amadas, Beatriz y Laura, están ya en el cielo y desde allí irradian hacia sus amantes (Dante, Petrarca) luz y fuego. El amor místico: entrega a vivir con la mayor fidelidad la presencia y las mercedes de Dios en la persona. Finalmente, el amor “cortés”; el amor que practicamos los no licenciados: un sentimiento sincero hacia la mujer querida, que se refleja en cuatro experiencias: presencia, diálogo, entrega y elevación.
Los jóvenes conocen muy bien las dos experiencias primeras; la entrega es la nota más esencial; y como resultado, el aprecio, la alegría en elevar a la mujer amada. En La Celestina se dice que a veces los amantes llaman a sus amadas su “dios”. Sin llegar a tanto ¿Cómo puede haber violencia, machismo, desprecio e insulto entre las parejas? El amor es gozo, participación en todo y fidelidad. Hace muchos años me convencí de que el matrimonio se rompe con el primer secreto.