Sed de mal
Esta semana hemos sabido que un monstruo ha matado, a Alex en Lardero.Perdimos luego a Marina en Azuqueca. Ahora sabemos que otra niña de 16 años ha sido rota en cuerpo y alma por un salvaje, o grupo de salvaje.
Pocos días concentran tanto dolor y tanta ira. Nada nos duele tanto como las cosas terribles que les pasan a los niños. Como padres y madres queremos protegerles y, para que crezcan seguros y, al tiempo, darles libertad para que vayan ejercitando la responsabilidad. Pero no estamos preparados para que el mal los arrebate colándose por los resquicios de sus vidas apacibles y llenas de luz, porque sabemos que el orden natural de la vida, cuando se quiebra, deja una herida que nunca cicatriza.
Esta semana hemos sabido que un monstruo ha matado, a Alex en Lardero; “presuntamente”, aunque fue pillado prácticamente in fraganti. Un más que probable psicópata que quería saciar a sus demonios violando y matando a una niña y confundió el objetivo y consiguió el horror. Se equivocó de persona y el llanto cambió de casa, pero no desapareció, porque nada se hizo, quizá nada se pudo hacer, para evitarlo.
Perdimos luego a Marina en Azuqueca. La noche que debía ser de fiesta y alegría, para reencontrar a los amigos y olvidar confinamientos y restricciones acabó en tragedia a cuenta de generadores e imprudencias, y no necesariamente por ese orden. Vidas arriesgadas, una vida truncada y dolor sin sentido, del que no admite consuelo.
Ahora sabemos que otra niña de 16 años ha sido rota en cuerpo y alma por un salvaje, o grupo de salvajes, que nos repugna aún sin conocerle y de quien solo esperamos que sea llevado ante la justicia lo antes posible, porque una alimaña así no debe estar suelta.
Hace unos días hablaba de las penas inhumanas y hoy tenemos que esforzarnos para recordar que esas hienas, a pesar de serlo, merecen los derechos de humanidad que ellos negaron a sus víctimas. Pero debemos asumir que, aunque la tragedia y la pérdida son terribles, no es lo mismo la negligencia, la irresponsabilidad o el accidente sin sentido que se lleva a Marina, que el zarpazo atroz de quien arrebata a Alex y lo intenta con la niña salvajemente violada en Igualada. Como tenemos que recordar también a quienes juegan con la ley y la palabra para el minuto ocurrente del telediario, que no es lo mismo agresión que abuso y que por mucho reproche social que queramos infligir al grosero, no se puede llamar igual al piropo machista y desagradable que a una violación terrible.
Nos quieren hacer creer en el poder mágico de las leyes para luchar contra esa sed de mal en la que algunos se recrean permanentemente, aunque la mayoría de las veces nada va a disuadir al perverso de llevar al extremo su compulsión. La ley penal es el último recurso, pero cuando entra en juego, el daño ya está hecho. Quizá sea el momento de pedir otra vez a las autoridades que refuercen a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para que puedan protegernos más, protegernos mejor. Para que ningún padre, ninguna madre tenga que volver a enterrar a su hija, a su hijo, porque como sociedad, fuimos incapaces de salvarlo de la fiera.