Siempre amanece, que no es poco

18/04/2020 - 13:24 Emilio Fernández Galiano

No hay duda de que las grandes oportunidades han surgido de los grandes contratiempos. Grandes inventos de la humanidad nacieron de la necesidad, convirtiéndola en virtud. 

 

¿Sabéis lo que hace un artista, un pintor o un escultor para contemplar su obra o, para ser más exactos, analizarla? Dar unos cuantos pasos atrás. ¿Significa eso retroceder? Todo lo contrario, tal vez, esos dos pasos de distancia le permita avanzar definitivamente a la consecución de sus objetivos, a terminar su particular obra de arte.

Por imponderables que nos superan, nos hemos visto obligados a distanciarnos de nuestros centros de trabajo. En principio puede suponer un problema y, sin lugar a dudas, genera no pocos inconvenientes. Pero como la circunstancia nos viene sobrevenida sin depender de nosotros, no está demás aprovecharla en lugar de lamentarnos. De forma más sencilla, es una buena ocasión para observar el bosque sin que los árboles nos lo impidan.

Un ambiente distinto, sacudido de la vorágine de la oficina, nos puede servir para recapacitar, por un lado, y para inspirarnos en base a esas conclusiones. Si somos capaces de detectar los defectos, qué mejor ocasión para encontrar las fórmulas a fin de corregirlos. 

Situaciones como la actual, no sólo nos pueden permitir, con esos dos pasos de distancia, valorar lo que estamos haciendo. Tal vez, si abundamos en esa reflexión, encontremos oportunidades que hasta ahora no se nos habrían pasado por la cabeza. ¡Vaya paradoja!

No hay duda de que las grandes oportunidades han surgido de los grandes contratiempos. Grandes inventos de la humanidad nacieron de la necesidad, convirtiéndola en virtud. Acotémosla a nuestro entorno, a nuestra empresa, a nuestros objetivos y a la relación con nuestros clientes. Nos daremos cuenta de que nuestras inquietudes o preocupaciones pueden trocarse en ilusión. No es mala terapia. Sin milagros, pero con la humilde reflexión para darnos cuenta de que, casi de la nada, emerge la oportunidad que llevábamos tanto tiempo buscando. ¡Aprovechémosla!

Un ejemplo ha sido la Peña del Atlético de Madrid de Sigüenza –soy merengue, advierto, pero no forofo-, en circunstancias como las actuales no dudó en promover una iniciativa basada en la sociedad civil, al margen del poder político que no daba demasiadas señales de vida. Ante la falta de medios para los sanitarios, centros residenciales y demás personas expuestas al virus, incluida policía municipal y Guardia Civil, emprendió una carrera frenética para recaudar recursos financieros y adquirir el material que no llegaba. Las Peñas de Sigüenza, incluida la mía, asociaciones, colectivos de toda índole, empezaron a aportar dinero y otro tipo de colaboraciones. Decidí sumarme a gesto tan solidario con la donación de un cuadro pintado en mi encierro forzoso y que titulé “Siempre amanece, que no es poco”, incorporando al motivo el recuerdo de la genial película de José Luis Cuerda. 

El confinamiento puede ser aprovechado para la reflexión y a partir de ahí encontrar el estímulo. Si además nos reconforta observar la reacción social ante el miedo y la incertidumbre (los aplausos de las ocho de la tarde son emocionantes), nos puede permitir refugiarnos en un optimismo ilusionante. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, siempre amanece.