Sigüenza, letras vivas: La dulzaina y el tamboril, Patrimonio Mundial
Artículo del dulzainero de Sigüenza, José Antonio Herranz (segundo en la imagen).
Con este hecho, consumado al tercer asalto el 22 de enero de 1124, dio comienzo a la leyenda viva de una ciudad marcada por el sello episcopal, la elegancia y el abolengo, y al cuidado empeño de sus obispos, que a lo largo de los tiempos hicieron de Sigüenza un lugar mágico.
Por eso, después de Navidad, cada 22 de enero recuerda ese flamante pasado y la ilusión por un presente que hace que el corazón de los seguntinos lata más deprisa cuando se prende la hoguera de San Vicente. Es la llama que nos indica el camino a la celebración del IX Centenario de la reconquista de Sigüenza, en 2024. Por eso nos duele tanto que este año no se pueda prender, al menos físicamente.
Corresponde, en San Vicente, hablar del patrimonio musical seguntino y concretamente de la dulzaina castellana. Su sonido inmaterial, cada 22 de enero, sorprende con sus melodías, alertando que un acontecimiento importante se va a celebrar.
La dulzaina desapareció durante 30 años, en el siglo XX. Apenas sonaba en fiestas arraigadas muy concretas, como la Caballada de Atienza o en la festividad de San Vicente, gracias a dulzaineros que venían de las provincias limítrofes para amenizarlas. Como aquel obispo aquitano, Jose María Canfrán y Carlos Blasco comenzaron la reconquista musical en nuestra provincia, pero esta vez a través de las melodías que en otros tiempos llenaron espacios de diversión en nuestros pueblos, ahora, por la pandemia, huérfanos de parejas de baile.
Gracias a ellos, hoy, el futuro de la dulzaina es otro. Quedaron atrás los tiempos de barbecho musical. Han dado paso, como en nuestra ciudad, a tiempos de prosperidad, con un instrumento imperfecto en una tierra perfecta.
La continuidad de su legado está dando sus frutos. Resurgen la hoguera de tradiciones y las emociones. Pero también crece la añoranza por aquellos que apostaron porque Sigüenza acogiera uno de los certámenes de dulzaina y tambor que ahora es el segundo más antiguo de España, y que ya no están. Bendito José Mari.
Como seguntinos debemos creer en esta comarca dulce y salada para, a través de nuestros antiguos recursos, demostrar al mundo que en el pasado de nuestra tierra puede estar su futuro, y así pueda ser reconocida dignamente como Patrimonio Mundial. Un camino difícil, lleno de nuevos retos y obstáculos, que venceremos para seguir soñando y creyendo en Sigüenza y la comarca que la rodea.