Tambores y palos guiaron los pasos de la Pasión del Señor en una fría noche
01/10/2010 - 09:45
Por: MAR GATO. MADRID
Procesión Jueves Santo
Pasadas las 23.00 horas de la noche salía a rodillas de 35 cargadores la Pasión del Señor de la Iglesia de Santiago Apostól para unirse a la comitiva precedida por el Cristo de la Expiración y La Piedad. Austeridad y emotividad volvieron a fundirse en su recorrido por las calles de la capital.El tiempo no acompañó pero tampoco impidió que la Cofradía de la Pasión del Señor sacara bajo la oscura noche del Jueves Santo sus tres pasos en una comitiva encabezada por el Cristo de la Expiración, seguida por La Piedad y cerrada por la talla de Jesús de la Pasión, alfombrados para la ocasión con flores de colores.
A las puertas de la iglesia de Santiago Apóstol volvía a repetirse la misma estampa de tantos años: cientos de fieles se apostaban a las puertas del templo para ver pasar a las tres tallas, las dos primeras procedentes del cercano convento de La Piedad. La primera, el cristo crucificado, la talla más antigua que existe en Guadalajara, y reposada hasta el pasado Domingo de Ramos en la capilla del cementerio, se acompañaba al son de 25 tambores portados por los propios cofrades de la hermandad. Al ritmo de los palos, sin embargo, salió La Piedad, portada exclusivamente por mujeres, que únicamente guardó silencio a las puertas del templo donde esperaba a salir de rodillas por sus 35 cargadores Jesús de la Pasión, esfuerzo que se vio recompensado por los aplausos del público al mismo tiempo que sonaba el himno nacional. Se conformaba y se iniciaba a paso lento una comitiva que volvió a marcar su estilo propio, el de la tradicional austeridad y sobriedad que caracteriza a esta hermandad, evidentes no sólo en la forma de llevar el paso, de estilo más bien propio aunque asimilado al alcarreño, sino también en los propios hábitos de los penitentes. Tradiciones que les llevan acompañando desde hace largos años como también sus cientos de fieles, volviéndose a postular como una de las procesiones más multitudinarias de toda la Semana Santa guadalajareña.
En el emotivo ritual tampoco faltó como elemento imprescindible el silencio, un recogimiento anunciador de los últimos momentos de Cristo un día antes de su muerte. En este pesar, se presenciaban asimismo las velas que portaban los fieles, su manera de participar activamente en una larga procesión que fue iluminando un recorrido que transcurrió por la calle Miguel Fluiters, la plaza Mayor, la plaza de Santo Domingo, calle Boixareu Rivera, doctor Ramón y Cajal, Ingeniero Mariño, Francisco Cuesta, Miguel Fluiters, teniente Figueroa hasta llegar nuevamente a la parroquia.
Más de 700 apasionados
La Cofradía de la Pasión del Señor remonta sus orígenes hace más de 60 años atrás, convirtiéndose hoy día en una de las más numerosas con más de 750 hermanos, casi 60 más con respecto al año anterior. Precisamente 40 de esos nuevos cofrades recibieron en un acto simbólico y emotivo celebrado el pasado miércoles la imposición de la medalla que simboliza la bienvenida de los hermanos a una cofradía con una arraigada fe e historia.
En el emotivo ritual tampoco faltó como elemento imprescindible el silencio, un recogimiento anunciador de los últimos momentos de Cristo un día antes de su muerte. En este pesar, se presenciaban asimismo las velas que portaban los fieles, su manera de participar activamente en una larga procesión que fue iluminando un recorrido que transcurrió por la calle Miguel Fluiters, la plaza Mayor, la plaza de Santo Domingo, calle Boixareu Rivera, doctor Ramón y Cajal, Ingeniero Mariño, Francisco Cuesta, Miguel Fluiters, teniente Figueroa hasta llegar nuevamente a la parroquia.
Más de 700 apasionados
La Cofradía de la Pasión del Señor remonta sus orígenes hace más de 60 años atrás, convirtiéndose hoy día en una de las más numerosas con más de 750 hermanos, casi 60 más con respecto al año anterior. Precisamente 40 de esos nuevos cofrades recibieron en un acto simbólico y emotivo celebrado el pasado miércoles la imposición de la medalla que simboliza la bienvenida de los hermanos a una cofradía con una arraigada fe e historia.