Tarde memorable de Ponce y Fandiño

17/09/2011 - 23:55 Sergio Lafuente

  El toro de la reaparición de Fandiño, ‘Jaramago’ de nombre, salió en segundo lugar tras correrse turno al ser devuelto, incomprensiblemente, por manso el primer zalduendo. Vestido con el mismo terno cobalto de la corrida de Montecillo del pasado San Isidro, Iván levantó la tarde como un estandarte de referencia para sus compañeros. El de Orduña conoce su camino como dueño de su destino y, posiblemente, el tiempo de recuperación de su lesión le ha hecho ganar en poso y solera. El encaje, la firmeza de planta y para más ‘inri’, haciendo el toreo clásico, la suerte cargada. No acabó de definirse el toro en los primeros tercios con la vista perdida en los tendidos pero el hierático comienzo de faena de Iván a pies juntos hizo presagiar los mejores augurios. Al mismo centro del anillo se llevó al astado y allí le echó la muleta plana por delante con mucha verdad. Sin probarlo se puso a torear y el zalduendo sorprendió estirándose en la muleta. Hasta tres series por la diestra firmó con una profundidad palmaria, quedando siempre colocado para ligar cada muletazo con el siguiente. Hubo torería seca, también en los tiempos muertos y en la preparación de las series. Tras las manoletinas de cierre encaró la suerte suprema con la fe clavada en el morrillo, no pensando más que en matarlo aún a costa de su integridad. Punto definitivo a una obra premiada con toda justicia con dos orejas. El premio de Fandiño espoléo a Ponce, que herido en su orgullo de triunfador del pasado año, quiso volver a imponer su ley. Con su primero no había tenido opciones y con el castaño que hizo cuarto fue construyendo una faena de más a aún más premiada con un rabo. Muchos años, veintiséis, hacía que no se concedían los máximos trofeos en Las Cruces y el torero de Chiva marcó historia en la tarde de ayer. De los bocetos iniciales a las pinceladas finales hubo una faena larga con un caudal crecido hasta desbordarse. Con sutileza y mimo condujo Ponce al toro en las primeras series, con más acompañamiento que toreo. Pespunteaba el astado las telas y el valenciano lo fue atemperando hasta hacerlo romper en un final de obra que fue una auténtica mascletá valenciana. Llegaron, entonces, las poncinas, flexionando la pierna de salida con barniz barroco, los circulares que pusieron la plaza en pie y los muletazos de frente a pies juntos que desataron la catarsis en los tendidos. Con la espada se fue Ponce como un resorte en un magistral volapié, que provocó la rendición definitiva de los tendidos enfervorizados con aullidos de ‘torero, torero’. Faena para enmarcar con un toro al que Ponce mandó cortar la cabeza para conservar en su finca jienense de Navas de San Juan. ?Con la puerta grande abierta, Fandiño volvió a la carga con el sobrero de José Vázquez, cuya muerte brindó a sus paisanos de Tórtola de Henares. El pase cambiado por la espalda en el centro del platillo sonó a declaración de intenciones. No tuvo este toro la calidad ni el fondo de los zalduendos, pero la apostura del torero de Orduña no cambió. Con la mano zurda los naturales resplandecieron con la fuerza de una apisonadora por entrega. La muleta dibujó el trazo arrastrado por la arena e Iván se lo pasó muy cerca por la barriga. Tragó quina y aguantó parones en un trasteo de aunténtico torerazo laureado con otra oreja de ley. Al cierre de la noche, Cayetano también acompañó a hombros al tándem Ponce-Fandiño merced a la suma de sendas orejas a los toros de su lote. El cornidelantero tercero tuvo calidad y el prologó sentado en el estribo fue muy celebrado. Sin atacarlo nunca, Cayetano se amontonó en los pases. De uno en uno surgieron los muletazos, colocado el torero tan a la pala que por la ventana se asomaba el zalduendo. En uno de los cites el toro estiró la testa y lanzó un feo derrote que provocó un gran susto sin consecuencias. El que cerró plaza no tuvo la docilidad de los anteriores y soltaba la cara con violencia. Sin alma ni sentimiento lo muleteó antes de dejar una efectiva estocada.