Taxi Driver

01/02/2019 - 12:25 Jesús de Andrés

Para sorpresa de los taxistas no se ha parado Madrid, al contrario, hay menos contaminación, se circula con mayor fluidez y los vehículos de alquiler con conductor están haciendo su agosto. 

La célebre película dirigida por Martin Scorsese cuenta la historia del envilecimiento de un excombatiente, interpretado por Robert de Niro, que trabaja como taxista en Nueva York. Recuerda, salvando las distancias, al extravío en el que está instalado el sector del taxi desde hace un tiempo y más en las últimas semanas de huelga. Un régimen de monopolio amparado por las autoridades, que durante años han mirado para otra parte; un deterioro continuo del servicio cuya única responsabilidad es de los propios taxistas, acostumbrados a no tener que rendir cuentas ante nadie; y el surgimiento de una competencia apoyada en las nuevas tecnologías, son la base de la actual situación, una tormenta perfecta que amenaza con llevárselos por delante. 

Frente a este escenario, el sector del taxi ha elegido la peor estrategia: la huelga violenta. Para su sorpresa, no se ha parado Madrid, al contrario, hay menos contaminación, se circula con mayor fluidez y los vehículos de alquiler con conductor están haciendo su agosto. En Barcelona, unas autoridades pendientes de todo menos de las demandas ciudadanas, les dieron la razón a la primera de cambio para evitar el conflicto. En Madrid la cosa está siendo distinta. El cabreo ciudadano con ellos, algo con lo que no contaban, será el peor resultado posible, consigan lo que consigan en la negociación. Provocan rechazo y fomentan el desapego. Nada será igual para el sector. 

Circulaba en estos días en las redes sociales un meme en el que, con la imagen de fondo de un buzón amarillo, los trabajadores de Correos anunciaban que iban a ir a la huelga hasta que se dejara de utilizar el correo electrónico. Kodak, la gran empresa de carretes fotográficos, desapareció el día en que se impuso la fotografía digital. Sin embargo, no se recuerda ninguna acción violenta al respecto. Ningún panadero ha quemado gasolineras porque en estas se vende pan. Los videoclubs, que eran infinidad en los años ochenta, cerraron pacíficamente uno a uno. Si usted es dueño de un bar, una zapatería o una peluquería, nadie vendrá a impedir que otros negocios le hagan la competencia. El taxi es un servicio público, es cierto, pero el especulativo negocio de la compra-venta de licencias ha pervertido su naturaleza. Está fuera de todo lugar pensar que un funcionario pueda vender o dejar en herencia a sus hijos su plaza, que es con lo que especulan –y se han hipotecado– los taxistas.

Si en Taxi Driver el taxi era el símbolo de una sociedad que se derrumba, en el actual conflicto lo es de un modelo que se agota, de la irracional resistencia contra la modernidad digital que sólo se mantiene gracias al uso de la coerción, la amenaza y la violencia.