The Brutalist: Grandilocuente, que no épica

30/01/2025 - 16:01 J. Pastrana

The Brutalist es, sin duda, una de las grandes favoritas a los Oscar. Su triunfo viene de lejos y está avalado por los Globos de Oro. Su protagonista, Adrien Brody, podría conseguir un segundo Oscar a mejor actor. Y  Brady Corbet el primero como director. Se puede decir que la película ha logrado generar una grandísima expectación de cara a su estreno en España.... ¿Y cumple las expectativas? 

László Toth (Adrien Brody) llega a EEUU huyendo del nazismo. Su mujer sigue atrapada en Europa y él tiene que buscarse la vida. Parece un pobre hombre, pero en realidad es un talentoso arquitecto brutalista. Por cosas del azar entra en contacto con un millonario que descubrirá su talento y le propondrá un proyecto gigantesco. 

Por lo que fuera, The Brutalist llegaba a las pantallas con el aura de ser una gran película épica de tres horas y media. Sin embargo, la realidad es que tiene mucho más de intenso y grandilocuente que de épico. De hecho, por mucho que sus escenas estén bien rodadas, uno no deja de preguntarse hasta qué punto era necesario que se incluyeran todas. 

Corbet ofrece un discurso en el que se nota que ha querido que cada plano fuera potente y estuviera lleno de emoción, pero eso no quiere decir que su decisión sea la acertada o que le ayude a contar mejor la historia que se trae entre manos. 

The Brutalist habla de muchas cosas y en el momento que vive actualmente EEUU y el mundo, puede que una de las más importante sea el trato que se da a los inmigrantes, y no tanto a los judios, sin embargo la película quiere abrir el abanico hasta lo infinito, llegar a ese punto feo del expresionismo que termina incomodando al espectador. Corbet disfruta siendo turbio, poniendo a sus personajes en situaciones desagradables y mostrándonos su peor cara, como si pensara que así los hace más humanos. 

El director asume su rol de artista y protagonista real de la producción, pero eso no quiere decir que su valentía formal, que la tiene, resulte acertada. Al final, queda la sensación de haber visto una producción excesiva, pero no por ello con un sentido real. Su intento de cobrar significado en los últimos minutos no se apoya en los más de 200 que la han precedido. Propone, de alguna manera, una experiencia hipnótica, pero no por ello catártica. Es más, resulta tramposa en su desenlace. Es grandilocuente y memorable, pero no épica y perfecta.