Tierra de abundantes simas
Dada la composición química del subsuelo en distintos lugares, la provincia de Guadalajara se ve salpicada de importantes cavernas.
Dada la composición química del subsuelo en distintos lugares, la provincia de Guadalajara se ve salpicada de importantes cavernas, algunas de ellas sin final conocido, que desde los tiempos más remotos sirvieron al hombre como refugio en periodos de glaciación, y en cuyas paredes quedó plasmada a perpetuidad la huella de su arte primitivo y de sus maneras de vivir. Algunas de ellas han servido después como motivo de leyenda para muchas generaciones, que con la debida precaución y respeto por lo que dentro pudiera existir, apenas fueron capaces de explorar hasta su fondo. Por citar algunas de estas cuevas subterráneas más significativas, deberíamos comenzar por la de Los Casares, a tres kilómetros de distancia de Riba de Saelices, famosa debido a la gran cantidad de figuras rupestres que dentro de ella se conservan grabadas en la piedra. Otro tanto sucede con la llamada Cueva de la Hoz, en Santa María del Espino, ambas, reconocido su interés espeleológico e histórico, fueron declaradas en su día monumento nacional.
La Cueva de la Zapatilla en Villanueva de Alcorón, a cuyo interior es posible el descenso hasta 170 metros; las de Bochorno, Chaparral y Pie Izquierdo, en Peralejos de las Truchas; la del Tornero, en el término municipal de Checa, con varios kilómetros de profundidad y sin final conocido, por la que cruzan verdaderos ríos subterráneos; el llamado Cóncavo de Peñarrubia en Zaorejas, de casi un kilómetro de longitud; la de Las Majadillas en Sacecorbo; Las de Los organillos y Corraliza en las sierras de El Recuenco; la sima de El Pinar, entre Cantalojas y Villacadima, con entrada difícil de averiguar en la superficie boscosa, pero de tremenda capacidad y muy poco conocida; la cueva del Gorgocil, término municipal de Muriel, con la forma de un enorme embudo invertido, entre otras muchas.
Durante la década de los años sesenta, se produjo un importante hundimiento del terreno en las inmediaciones de Paredes de Sigüenza, junto ala carretera, del tamaño regular del ruedo de una plaza de toros, lleno de agua y sin fondo visto, se le suele conocer por La Sima, cuando en realidad se trató de una “torca”, al modo de las muchas que en su día fueron apareciendo en la Serranía de Cuenca.