Torres Murillo aborda el terrorismo vasco en su último libro
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
El pueblo vasco forma una nación a la que amo, pero no tiene por qué convertirse en Estado independiente, sobre todo si histórica y formalmente no lo ha sido nunca. Así resume José Luis Torres Murillo, periodista y licenciado en Filosofía y Letras, unas de las ideas claves del libro que acaba de publicar en Visión Libros, Vascos. El problema no es ETA. Razones y sinrazones de los nacionalismos.
Y la remacha con otra: El futuro es el Estado plurinacional que abarca naciones complejas y/o Estados federados, y, en otro nivel, los super-Estados que abarcan naciones y Estados complejos unificándolos y fortaleciéndolos.Para el autor, el gran reto de este siglo XXI es que toda nación minoritaria, sin Estado propio, esté o no distribuida por diversos territorios, pueda sentirse cómoda, respetada y cooperadora al formar parte de un Estado, democrático y de Derecho, cohesionado y convivencial, sin odios y sin nacionalismos excluyentes, conformando Estados plurinacionales o Nación de naciones como es, o debiera serlo, España.
Ir a la esencia
No es la primera vez que Torres Murillo, cuyos 35 años de trabajo periodístico para El Diario Vasco, El Correo Español-El Pueblo Vasco e Informaciones le han permitido conocer diversos sistemas políticos, reflexiona sobre estas cuestiones.
Ya lo hizo en La Europa de las autonomías, donde examinaba la descentralización en el continente. Y ahora parte del «gran puzzle de los nacionalismos europeos» (la UE cuenta con 27 Estados miembros, mientras distintos autores señalan 43, 77 y hasta 90 naciones) para recalar en los nacionalismos vascos y en los grandes mitos y grandes errores vascos, apartados a los que dedica la segunda y tercera parte de su obra.
Torres Murillo, que insiste en que «ETA es solamente una parte del problema», asume que el suyo «es un libro conflictivo y políticamente poco correcto» desde el momento en que plantea pasar desde las apariencias hasta la esencia de los problemas, que no se resuelven con gritos e intransigencias, sino con riesgo, moderación, respeto de unos a otros, generosidad y sentido común.
De ahí su convencimiento de que la solución al llamado problema vasco, surgido como problema político en el siglo XIX, no es la lucha civil interna y eterna, sino la convivencia y el acuerdo.A su juicio, Euskadi tiene condiciones de sobra para conseguir una convivencia intercultural e interétnica ejemplar para el mundo.
Torres Murillo, que insiste en que «ETA es solamente una parte del problema», asume que el suyo «es un libro conflictivo y políticamente poco correcto» desde el momento en que plantea pasar «desde las apariencias hasta la esencia de los problemas, que no se resuelven con gritos e intransigencias, sino con riesgo, moderación, respeto de unos a otros, generosidad y sentido común». De ahí su convencimiento de que «la solución al llamado problema vasco, surgido como problema político en el siglo XIX, no es la lucha civil interna y eterna, sino la convivencia y el acuerdo».
Convivencia
A su juicio, Euskadi tiene condiciones de sobra para conseguir «una convivencia intercultural e interétnica ejemplar para el mundo». Y será, efectivamente, un ejemplo si «en España, y por tanto también en el País Vasco, se logra que cuaje esa convivencia que históricamente y en nuestro tiempo se ha intentado por medio de un Estado de autonomías heterogéneo». Siempre, eso sí, que se den tres condiciones claves: la continuidad de la «concepción descentralizadora y pluralista de la Constitución de 1978», que las «treguas anunciadas por ETA se cumplan alguna vez» y que no se instale en la sociedad española «un nuevo nacionalismo».
El libro, que cierra sus reflexiones con el apartado Paz en la tierra de las naciones sin Estado, concluye con una larga cita de la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII en la que el Papa Roncalli considera de justicia «promover el desarrollo humano de las minorías» con medidas que favorezcan «sus lenguas, su cultura, sus costumbres, sus recursos e iniciativas económicas». Pero también advierte a esas minorías contra la tentación de poner los «elementos étnicos por encima de los valores humanos, como si lo que es propio de la humanidad estuviera subordinado a lo que es propio de la nación», cuando «lo razonable» es que sean «un puente que facilita la circulación de la vida entre las diferentes tradiciones o modos de vivir, en vez de una zona de sufrimiento que acarrea daños innumerables y determina retrasos e involuciones». Para Torres Murillo, ETA es un factor de sufrimiento dañino e involucionista, pero el problema de fondo es más profundo.
Ir a la esencia
No es la primera vez que Torres Murillo, cuyos 35 años de trabajo periodístico para El Diario Vasco, El Correo Español-El Pueblo Vasco e Informaciones le han permitido conocer diversos sistemas políticos, reflexiona sobre estas cuestiones.
Ya lo hizo en La Europa de las autonomías, donde examinaba la descentralización en el continente. Y ahora parte del «gran puzzle de los nacionalismos europeos» (la UE cuenta con 27 Estados miembros, mientras distintos autores señalan 43, 77 y hasta 90 naciones) para recalar en los nacionalismos vascos y en los grandes mitos y grandes errores vascos, apartados a los que dedica la segunda y tercera parte de su obra.
Torres Murillo, que insiste en que «ETA es solamente una parte del problema», asume que el suyo «es un libro conflictivo y políticamente poco correcto» desde el momento en que plantea pasar desde las apariencias hasta la esencia de los problemas, que no se resuelven con gritos e intransigencias, sino con riesgo, moderación, respeto de unos a otros, generosidad y sentido común.
De ahí su convencimiento de que la solución al llamado problema vasco, surgido como problema político en el siglo XIX, no es la lucha civil interna y eterna, sino la convivencia y el acuerdo.A su juicio, Euskadi tiene condiciones de sobra para conseguir una convivencia intercultural e interétnica ejemplar para el mundo.
Torres Murillo, que insiste en que «ETA es solamente una parte del problema», asume que el suyo «es un libro conflictivo y políticamente poco correcto» desde el momento en que plantea pasar «desde las apariencias hasta la esencia de los problemas, que no se resuelven con gritos e intransigencias, sino con riesgo, moderación, respeto de unos a otros, generosidad y sentido común». De ahí su convencimiento de que «la solución al llamado problema vasco, surgido como problema político en el siglo XIX, no es la lucha civil interna y eterna, sino la convivencia y el acuerdo».
Convivencia
A su juicio, Euskadi tiene condiciones de sobra para conseguir «una convivencia intercultural e interétnica ejemplar para el mundo». Y será, efectivamente, un ejemplo si «en España, y por tanto también en el País Vasco, se logra que cuaje esa convivencia que históricamente y en nuestro tiempo se ha intentado por medio de un Estado de autonomías heterogéneo». Siempre, eso sí, que se den tres condiciones claves: la continuidad de la «concepción descentralizadora y pluralista de la Constitución de 1978», que las «treguas anunciadas por ETA se cumplan alguna vez» y que no se instale en la sociedad española «un nuevo nacionalismo».
El libro, que cierra sus reflexiones con el apartado Paz en la tierra de las naciones sin Estado, concluye con una larga cita de la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII en la que el Papa Roncalli considera de justicia «promover el desarrollo humano de las minorías» con medidas que favorezcan «sus lenguas, su cultura, sus costumbres, sus recursos e iniciativas económicas». Pero también advierte a esas minorías contra la tentación de poner los «elementos étnicos por encima de los valores humanos, como si lo que es propio de la humanidad estuviera subordinado a lo que es propio de la nación», cuando «lo razonable» es que sean «un puente que facilita la circulación de la vida entre las diferentes tradiciones o modos de vivir, en vez de una zona de sufrimiento que acarrea daños innumerables y determina retrasos e involuciones». Para Torres Murillo, ETA es un factor de sufrimiento dañino e involucionista, pero el problema de fondo es más profundo.