Mantener vivas las tradiciones de los pueblos pequeños puede convertirse en una ardua tarea si no se cuenta con la colaboración necesaria pero en el caso de Valdenuño Fernández, la implicación de los vecinos hace que la fiesta del Santo Niño Perdido cobra cada año más fuerza. No hay que pedir voluntarios para organizarla ni para llevarla a cabo, los jóvenes, desde que alcanzan la adolescencia se preparan para participar en la fiesta de La Botarga, una cita ancestral que enorgullece al pueblo y cuyos protagonistas pasan de generación en generación. Este domingo, primero después de la festividad de Reyes, danzantes y botarga volvieron a buscar a ese Niño Perdido como ya lo hicieran sus antepasados, documentada desde el siglo XVIII, al son que marcaba el tamborilero. Los ocho danzantes y la botarga buscaron casa por casa a ese niño recogiendo limosnas, dulces y licores desde bien temprano. A la hora indicada, cuando el reloj marcaba las 13.30 horas, la búsqueda finalizó en la iglesia, donde se danzó de alegría el popular paloteo. El tamborilero marcaba el ritmo de la cofrontación de los palos que los danzantes hicieron chocar con gran fuerza ante la mirada de propios y extraños. Muy atentos de todo ello estaban los familiares de Jesús Ángeles Diaz y Jorge López Rodríguez, en el papel de botarga y danzante, respectivamente, que se estrenaban en esta fiesta, tomando el relevo de Mario Antón Muñoz y José Manuel Hernanz Redondo.
Ambos jóvenes demostraron que están preparados para formar parte de esta bonita tradición y su mejor recompensa fueron los aplausos y reconocimientos de sus compañeros y todos los que se acercaron para compartir la fiesta con ellos, con permiso de la lluvia, que a punto estuvo de quitar vistosidad a la misma.
Tras los actos religiosos y la primera danza, se volvió a representar fuera del templo el paloteo, para dar paso a la comida.
Por la tarde, se retomó el ritual con la procesión del Santo Niño Perdido por las calles de la localidad, bajo una incesante llovizna. En el paloteo volvieron a escenificar la lucha entre el Bien y el Mal. Después, llegaría la popular guerra de naranjas entre danzantes y botarga, que ponía en jaque otra vez esa confrontación de lo bueno y lo malo.
Para terminar lo fiesta, se Para concluir con la fiesta, llevó a cabo la rifa de una cordera, una anguila, un jamón y varios regalos sorpresas entre la gente del pueblo y todo aquel que haya asistido a la fiesta.