Un atractivo encierro mantiene a Brihuega como cita taurina clásica

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Coincidiendo con el puente de agosto, Brihuega recibió ayer a cerca de 25.000 aficionados que no quisieron perderse uno de los encierros más multitudinarios del país, además de la fiesta previa. Ataviados con camisa blanca y pañuelo rojo, esperaron el comienzo del encierro con nervios, ya que se retrasó unos 20 minutos.

Pero una vez dado el pistoletazo de salida, el recorrido por las calles fue limpio y rápido, aunque en el campo hubo que lamentar el extravío de uno de los astados en las últimas horas de sol. El balance de heridos ha sido de quince, dos de ellos graves. En Brihuega se respira pasión taurina en cada rincón. Ayer quedó demostrado, como cada mes de agosto, con su tradicional encierro, fiesta de Interés Turístico Provincial, que volvió a congregar a decenas de miles de aficionados corriendo que no dudaron en acompañar a las reses en este ‘desencierro’, ya que los astados pasaron, como cada año, desde la plaza de toros, desde los corrales hasta el campo, una vez que se lanzaron los tres cohetes que dieron el pistoletazo de salida a una carrera que tuvo como punto y final los campos del ‘Jardín de la Alcarria’.
Pero antes de las 18.30 horas, cuando dio comienzo el encierro, decenas de miles de personas dispersas por todo el pueblo esperaban ansiosos uno de los espectáculos más esperados de este mes de agosto. Muchos de Guadalajara, pero también de Madrid, Toledo, Zaragoza y otras provincias cercanas. El ‘parapachumba’ caldeó el ambiente desde las 17.00 horas, animando a los presentes, la mayoría ataviados con el ya tradicional atuendo de camisa blanca y pañuelo rojo, a iniciar un baile al más puro estilo ‘Paquito el Chocolatero’. Aficionados al toro, en general, pero también deseosos de fundirse en un reguero de gente que convirtió en estrechas las calles de la localidad que fueron recorridas por los cuatro astados y los cuatro cabestros de la ganadería Sopeña, como cada temporada. Muchos de ellos llevaban a sus espaldas una preparación física durante meses, para estar en las mejores condiciones en este multitudinario evento, el mayor de toda la provincia. Según fuentes oficiales, fueron más de 25.000 personas las que se atrevieron a dejarse llevar por unos toros que iban marcando el paso, con el permiso de las decenas de jinetes que, a lomos de sus caballos, mostraron cómo se debía tratar a estos animales: con respeto y manteniendo las distancias, pero desde lo alto. Esta multitudinaria cifra demuestra que un año más Brihuega acoge el acto taurino con mayor asistencia de toda la comunidad de Castilla-La Mancha. Incluso se puede equiparar en número de asistentes a los afamados encierros de Cuellar, en Segovia.

Un espectáculo sin igual
Cómo si se tratase de la serpiente multicolor que recorre cada mes de septiembre las carreteras de España en la vuelta ciclista, ayer se vivió un bonito aunque polvoriento espectáculo en cada rincón de Brihuega. Mozos, jinetes y automóviles se dispersaban con avidez hasta el lugar donde en ese momento se encontrasen los toros. Una visión privilegiada y que da muestra de la capacidad de movilización que provoca el toro en la provincia de Guadalajara. No hay que olvidar que ayer era sábado 16 de agosto, uno de los días más taurinos del año.
En lo puramente taurino, como cada año, las mejores carreras se vivieron en la salida de los toros desde la plaza de La Muralla. Los mozos disfrutaron de la frescura con la que aún les deleitaban los toros de Sopeña, que corrieron rápida y limpiamente el trayecto hasta el campo. Todavía les quedarían muchas horas de encierro por delante. Hoy nuevamente después del descanso de las reses toda esta noche, podrán volver a probar suerte entre los pitones de los utreros del ganadero alcarreño. Pero no sólo en las empinadas calles briocenses hubo detalles taurinos. También allí donde había un toro hubo algún valiente dispuesto a recortarlo a cuerpo limpio y recibir una carga de adrenalina, que sólo conocen los que se han puesto delante de una res, y que no se puede explicar con palabras.
Al cierre de esta edición, uno de los toros se encontraba resguardado en San Felipe, otros dos estaban controlados en el campo, y el cuarto se encontraba extraviado.


Quince heridos

Un año más, los mozos que acudieron a Brihuega estuvieron en las mejores manos médicas de la provincia. Este año, el operativo de la Cruz Roja fue más que completo, al disponer de una ambulancia más, con lo que fueron seis las que atendieron y evacuaron a los heridos. Dos de ellos, graves, por una cornada en la axila y, el otro, por seis cornadas en la pierna. Además, se tuvo también que trasladar al Hospital de Guadalajara a otros cuatro heridos de menor consideración, mientras que fueron una decena las personas que fueron atendidas por los miembros del equipo. Asimismo, Cruz Roja también contó con una tienda de campaña, un quirófano móvil, el equipo médico y un CMC, Centro Móvil de Coordinación, para mejorar la comunicación entre ellos y con el Ayuntamiento. No obstante, la solicitud de un helicóptero fue denegada. Junto a los casi cien voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil, estuvo dirigiendo el equipo médico, un cirujano de auténtico lujo. Se trata del doctor Ramón Ochoa. Por sus manos han pasado todo tipo de heridos por asta de toro y la solvencia y oficio ante estos complicados trances esta demostrada durante años. El doctor Ochoa es el cirujano de la plaza de toros de Las Cruces en la capital de la provincia. Por sus manos han pasado centenares de pacientes. Entre los de luces el último fue Sánchez Vara en la última corrida de toros celebrada en la capital. Pero también el maño, Jesús Millán o Vicente Barrera. Este último sufrió una de las cornadas más graves que se recuerdan en Las Cruces. También es el cirujano del coso briocense de La Muralla y allí atendió la temporada pasada a trece heridos, dos de ellos de gravedad. También en esa plaza tuvo que lidiar hace dos temporadas con una fuerte cornada que asestó un toro de Saboya al diestro catalán, Serafín Marín. Pero también miles de ‘toreros‘ anónimos y corredores de encierros han recibido sus cálidos y reconfortantes cuidados. Aunque sin provocar heridos, uno de los toros fue el causante de una situación de pánico, al volver a bajar al pueblo. No obstante, los organizadores del encierro avisaron a los centenares de vecinos y visitantes que se encontraban en la plaza del Jardinillo, y se resguardaron rápidamente en casas y locales, por lo que no hubo ninguna situación de riesgo. Este astado fue rápidamente controlado y llevado directamente a San Felipe, a donde fueron llegando