Un belén en el Ocejón

21/12/2019 - 12:21 Luis Monje Ciruelo

Llega el tiempo de subir al Ocejón para instalar en vísperas de Navidad un belén en su cumbre de 2.060 metros. 

Escribir con añoranza suele ser lo normal cuando lo hacemos a una tan alta edad  que ni se nos pasa por la cabeza intentar repetir el recuerdo que vamos a evocar.

Pero ello no impide para que se disfrute recordando lo que hicimos cuando éramos más jóvenes. Llega ahora, por ejemplo, el tiempo de subir al Ocejón para instalar en vísperas de Navidad un belén en su cumbre de 2.060 metros. Y no tenemos que esforzarnos demasiado porque mientras mantengamos esa ilusión será señal de que, por lo menos en espíritu, seguimos sintiéndonos jóvenes, aunque, recordando a Matusalem, creamos que nos quedan todavía veinte años en el cuerpo. La vejez tiene también sus ventajas, muy distintas de las de la juventud, a la manera de las estrellas del firmamento, invisibles durante el día, y que reaparecen cuando la luz del sol se desvanece.

      Vencida la juventud ya solo nos quedan los recuerdos. Y si podemos recordar el pasado sin remordimientos y esperar el futuro sin recelos, será el momento de descansar en espera del crepúsculo que nos llevará a la vida verdadera. 

Pero no me pareen suficientes estas reflexiones a distancia si puedo hacerlas imaginando (lo que es mucho imaginar) que a falta de cuatro meses para cumplir noventa y seis años, he vuelto a subir al Ocejón en mi décimotercera ascensión, que sería quizá la CCXXVII de don Benjamín Moreno, párroco de Hiendelaencina y capellán del Club Alcarreño de Montaña si no hubiera fallecido. Tendría que imaginar resucitados al capellán del Club, muerto en la cama de la casa de sus padres en Jirueque, de infarto, como si su corazón hubiese dicho ¡basta¡ cansado de tantas ascensiones a montañas. Y también a Jesús García Perdices, Fundador y presidente del Club, fallecido a los setenta años, como recuerda la placa que el Club puso en Collado Perdices, llamado así en su honor y recuerdo, ante la cual sus montañeros descansan unos minutos todos los años para rezarle un Padrenuestro en la tradicional subida al Ocejón en vísperas de Navidad para poner un belén en la cumbre. Rozaría casi la irreverencia si en el imaginario relato de mi décimotercera subida al Ocejón con casi 96 años, incluyera una conversación con Perdices dándole ánimos en la subida, pues reconocía que yo tenía más facultades que él como montañero.