Un histórico castillo
Grandiosa es la palabra que mejor ajusta al castillo de Belmonte después de su restauración, que duró algo más de dos años.
Quiero dejar constancia de que conocía el castillo de Belmonte desde hace mucho tiempo, cuarenta años quizá. Después de la última restauración, el castillo es otra cosa. Acabo de leer con referencia a él una frase rotunda, que yo no me atrevería a firmar por carecer de datos suficientes para hacerlo: “No encontraréis -dice- otro similar en toda España, tan sólo el castillo de Caerlaverork en Escocia tiene algo parecido”. Sospecho que la hipérbole ande por medio, aunque tampoco de ello podría dar fe. En Europa existen magníficas fortalezas, cargadas de historia y de leyendas realmente grandiosas.
Y así, grandiosa, es la palabra que mejor ajusta a este castillo después de su restauración, que duró algo más de dos años. Restauración interior, sobre todo en corredores, salones y escaleras, acondicionados y decorados al gusto de la época, incluso con enseres que fueron de uso personal de sus sucesivos dueños: el Marqués de Villena en el siglo XV, y la Emperatriz Eugenia de Montijo en el XIX.
Me ha recordado los regios salones y galerías del monasterio del Escorial, del Alcazar de Segovia, instalados dentro de una fortaleza histórica que en su aspecto exterior ha sido, desde su construcción por Juan Pacheco, tal vez el mejor conservado de todos los castillos de España (Recuérdese la Película “El Cid” rodada dentro de él y en sus alrededores). Le faltaba eso, poner los ojos en él y echarle el chorro de dinero necesario para darle algún parecido a lo que fue cuando tuvo vida. Y por lo que he podido ver, sus actuales propietarios, los duques de Soto -descendientes de aquellos cuyos nombres aparecen en los libros de Historia-, debían de contar con medios suficientes para hacerlo, y lo hicieron, y lo hicieron bien.
La visita comenzó con una proyección panorámica donde se daba cuenta, de la historia de la fortaleza y de los nombres célebres que vivieron dentro de ella. Como está orientado hacia el turismo, que, por cierto, responde de manera extraordinaria (más de 11.000 personas habían pasado por él en los dos últimos meses del verano), dentro del castillo hay tienda de recuerdos, bar, servicios de higiene, y todo cuanto el visitante puede necesitar para sentirse a gusto, y llevarse de este escogido lugar de la Mancha Conquense -patria chica del gran Fray Luis-, un recuerdo memorable. Espero que busques la ocasión para vivir esta misma experiencia.