Un kiosco para la música y para la ciudad

29/07/2011 - 12:10 EMMA JARABA

En pleno centro de la ciudad, en uno de sus parques más antiguos, inaugurado en 1854, como es la Concordia, su kiosco de la música es una de las señas de identidad de esta zona verde. Muchas ciudades tienen en paseos o parques este tipo de construcciones vinculadas a la música y actividades festivas que fueron apareciendo en el siglo XIX y XX. La ciudad de Guadalajara también se sumó a esta tendencia, aunque según destaca el catedrático Miguel Angel Baldellou en su obra Tradición y cambio en la arquitectura de Guadalajara (1850-1936), otros núcleos urbanos como Alcalá de Henares, Sigüenza, Brihuega o Sacedón “se habían adelantado a Guadalajara en la construcción de este servicio público”.
Alrededor de este kiosco, los guadalajareños acumulan muchos recuerdos, como los de la celebración de las Ferias hasta que se trasladaron al recinto de Adoratrices. Pero también, además de los conciertos estivales de la Banda, ha servido de escenario para teatro de títeres, la lectura de manifiestos con motivo del 1 de Mayo o conciertos y verbenas. Su elegante presencia destaca en el parque de la Concordia, un punto de encuentro de los ciudadanos y lugar que acoge la celebración de mercadillos y ferias, actos festivos o unas entretenidas partidas de petanca.
El origen de este templete no es otro que la necesidad de la Banda provincial de Música de poder realizar su trabajo de la mejor manera posible y así lo cuenta Miguel Angel Baldellou en su catálogo sobre la arquitectura local de Guadalajara:  “El kiosco de la música de Guadalajara se planteó como necesidad urgente en 1915, cuando, ya creada la Banda Provincial, el director de la misma, Ramón García Sanz, solicitó al Ayuntamiento la construcción de un kiosco desde el que poder realizar su trabajo en condiciones aceptables”. El arquitecto municipal Francisco Checa será el encargado de elaborar este proyecto, sorteando las dificultades económicas del momento y abordado en varias fases. Una placa recuerda todavía hoy su nombre en este templete del parque.
Este templete, construido sobre una base de ladrillo, se levantó en el paseo principal del parque, siendo para Baldellou “un buen ejemplo del mobiliario urbano que sirvió para mejorar el ornato de la ciudad en los primeros años del siglo actual”. Un total de ocho columnas sujetan la cúpula del templete, decorada con los escudos de la ciudad y unas liras. Mientras, la barandilla sobre la base de ladrillo está decorada con figuras geométricas que destacan en el conjunto.
En su obra Castilla-La Mancha: el modernismo ligado a la arquitectura, Ricardo Muñoz Fajardo explica que en esta construcción emblemática de este parque de la ciudad de Guadalajara “la arquitectura no es muy importante aquí. El kiosco es modernista por la decoración secesionista de las rejerías. Se podría decir que es un templete como el de otras ciudades españolas que se decide configurarlo como ornamentación modernista”. Además, Muñoz Fajardo argumenta que “la formulación casi metálica del kiosco y el carácter del mismo supone que sea más fácil hacer modernismo, basado en esta ocasión en ondulaciones, geometrías y elementos vegetales dispersos, de tal forma que Checa, que no es modernista, no tiene reparos en utilizar este estilo en esta única ocasión”.
Si el parque no contara con este templete, no sería lo mismo. Su sencillez y coqueto aspecto no pasan desapercibidos para los guadalajareños, pues es una parte fundamental del parque de la Concordia. Un elemento más del patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad.