Un luchador de la vida y de los negocios
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
Revista de verano: camino del éxito
Antonio Sanz ha alcanzado una cartera de más de 5.000 clientes como agente de seguros
A Antonio Sanz nunca se le han caído los anillos y si ha tenido que coger la azada y ponerse a excavar patatas no lo ha dudado. Quizás sea su perfil de todoterreno o su carácter inconformista los que le han llevado a conseguir todo lo que se ha propuesto. No ha sido nada fácil, pero ha sabido esquivar con maña todos los derrotes que le ha lanzado la vida.
Optimista como el que más, Antonio es uno de esos que piensa que ante un problema siempre se puede salir reforzado positivamente.
Hombre de su familia y de sus negocios, siempre que puede visita su pueblo natal, Terzaga, una pequeña aldea del Señorío molinés donde residen sus padres. Fue a orillas del Alto Tajo donde comenzó a formarse. Diariamente acudía al colegio donde, desde bien pequeño, destacaba por encima del resto de niños. En la escuela nos juntábamos todos los chiquillos y nos divertíamos jugando al fútbol, recuerda. Sin embargo, nunca olvidó sus obligaciones. Era el mayor de siete hermanos, lo que conllevaba una responsabilidad extra en el núcleo familiar. Mis padres eran agricultores y teníamos que trabajar duro. Hacía las labores del campo y les ayudaba en todo lo que podía, comenta Antonio. Pero, en poco tiempo, uno de sus profesores se dio cuenta de sus extraordinarias capacidades como estudiante. Don Francisco me animó a que me fuese a Molina de Aragón para continuar formándome, aunque a mi padre no le gustó mucho esta idea, indica. Allí estuvo siete años cursando el Bachillerato, en el Instituto Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, durante su andadura en tierras del Señorío y debido a sus fríos inviernos, padeció una fiebre reumática que le dañó considerablemente el corazón. Como consecuencia de ello, sufrió dos operaciones muy arriesgadas que, afortunadamente, concluyeron con éxito.
Lejos de amedrentarse y tras los ánimos de su madre, decidió empezar a estudiar una carrera. Siempre se había sentido atraído por la docencia y por ello se decidió por Magisterio. Tras concluir estos estudios ejerció como profesor de primaria en los Maristas durante un periodo corto de tiempo. Pese a ello, no acabo de encontrar su sitio y decidió trabajar en otros ámbitos. Primeramente, lo hizo como administrativo en una librería de Madrid, pero este puesto no acabó de convencerle.
Fue en 1980 cuando, tras observar un anuncio que colgaba en una oficina del INEM, decidió lanzarse al mundo de los seguros. Las condiciones laborales que ofrecían no eran muy buenas. Aún así solicité el puesto y cuál fue mi sorpresa cuando me comunicaron que estaba admitido, afirma Antonio. En 1982 y compaginando su oficio como agente de seguros, empezó a trabajar como pinche de cocina en el hospital de Guadalajara. Muchos de mis compañeros me decían que había tenido mucha suerte al encontrar un empleo fijo. Sin embargo yo sabía que eso no era para mí, comenta.
Dos años más tarde comenzó la carrera de Enfermería, a lo que se dedicaría nada más concluirla. Durante 15 años he estado trabajando como enfermero en el Hospital Universitario, en el CAMF y en el Servicio de Urgencias del Ferial. Era una profesión que me encantaba, explica Antonio orgulloso. Durante todo este tiempo compaginaba sus tareas como agente de seguros con su puesto como sanitario. Finalmente y por sus problemas de salud, decidió dejar su labor como enfermero y centrarse en el negocio de las pólizas. Desde entonces y hasta ahora, no ha parado de trabajar en lo que considera la profesión perfecta.
Un trabajo duro
Como él mismo reconoce, los inicios como agente de seguros en Mapfre no fueron nada fáciles. Me enseñaron unas nociones básicas y tenía que ir de casa en casa intentando convencer a la gente de que contratase una póliza, recuerda Antonio. Más tarde, y tras los éxitos que cosechó durante esa etapa, le ofrecieron una delegación en la calle Julián Besteiro. Allí lleva 17 años, en los que ha trabajado duramente para lograr una cartera de más de 5.000 clientes. Al principio, trabajaba yo solo; después, contraté a algunos empleados y finalmente se incorporó mi mujer, indica Antonio. Sin embargo, debido a sus problemas de salud, admite que poco a poco se está desvinculando de este trabajo. Mi esposa, Ana María del Mar, es la que lleva la batuta, yo simplemente le ayudo, bromea Antonio.
En cuanto a las claves del éxito, él lo tiene muy claro. Hay que ser constante, dar un servicio correcto a los clientes y estar dispuesto a cualquier día y hora que te llamen, sentencia. Considera la profesión de agente de seguro como dura y sacrificada y reconoce que para llegar hasta donde está con una cartera de más de 5.000 clientes ha sido necesaria mucha dedicación y constancia por su parte. Sin embargo, su trabajo también ha sido reconocido por la compañia con diferentes incentivos , como viajes al extranjero, por lo que conoce gran parte del mundo.
En la actualidad, mientras intenta desvincularse del vicio que para él supone este trabajo, anhela que, en el día de mañana, sea alguno de sus tres hijos quien lleve las riendas de este sacrificado pero agradecido negocio.
Hombre de su familia y de sus negocios, siempre que puede visita su pueblo natal, Terzaga, una pequeña aldea del Señorío molinés donde residen sus padres. Fue a orillas del Alto Tajo donde comenzó a formarse. Diariamente acudía al colegio donde, desde bien pequeño, destacaba por encima del resto de niños. En la escuela nos juntábamos todos los chiquillos y nos divertíamos jugando al fútbol, recuerda. Sin embargo, nunca olvidó sus obligaciones. Era el mayor de siete hermanos, lo que conllevaba una responsabilidad extra en el núcleo familiar. Mis padres eran agricultores y teníamos que trabajar duro. Hacía las labores del campo y les ayudaba en todo lo que podía, comenta Antonio. Pero, en poco tiempo, uno de sus profesores se dio cuenta de sus extraordinarias capacidades como estudiante. Don Francisco me animó a que me fuese a Molina de Aragón para continuar formándome, aunque a mi padre no le gustó mucho esta idea, indica. Allí estuvo siete años cursando el Bachillerato, en el Instituto Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, durante su andadura en tierras del Señorío y debido a sus fríos inviernos, padeció una fiebre reumática que le dañó considerablemente el corazón. Como consecuencia de ello, sufrió dos operaciones muy arriesgadas que, afortunadamente, concluyeron con éxito.
Lejos de amedrentarse y tras los ánimos de su madre, decidió empezar a estudiar una carrera. Siempre se había sentido atraído por la docencia y por ello se decidió por Magisterio. Tras concluir estos estudios ejerció como profesor de primaria en los Maristas durante un periodo corto de tiempo. Pese a ello, no acabo de encontrar su sitio y decidió trabajar en otros ámbitos. Primeramente, lo hizo como administrativo en una librería de Madrid, pero este puesto no acabó de convencerle.
Fue en 1980 cuando, tras observar un anuncio que colgaba en una oficina del INEM, decidió lanzarse al mundo de los seguros. Las condiciones laborales que ofrecían no eran muy buenas. Aún así solicité el puesto y cuál fue mi sorpresa cuando me comunicaron que estaba admitido, afirma Antonio. En 1982 y compaginando su oficio como agente de seguros, empezó a trabajar como pinche de cocina en el hospital de Guadalajara. Muchos de mis compañeros me decían que había tenido mucha suerte al encontrar un empleo fijo. Sin embargo yo sabía que eso no era para mí, comenta.
Dos años más tarde comenzó la carrera de Enfermería, a lo que se dedicaría nada más concluirla. Durante 15 años he estado trabajando como enfermero en el Hospital Universitario, en el CAMF y en el Servicio de Urgencias del Ferial. Era una profesión que me encantaba, explica Antonio orgulloso. Durante todo este tiempo compaginaba sus tareas como agente de seguros con su puesto como sanitario. Finalmente y por sus problemas de salud, decidió dejar su labor como enfermero y centrarse en el negocio de las pólizas. Desde entonces y hasta ahora, no ha parado de trabajar en lo que considera la profesión perfecta.
Un trabajo duro
Como él mismo reconoce, los inicios como agente de seguros en Mapfre no fueron nada fáciles. Me enseñaron unas nociones básicas y tenía que ir de casa en casa intentando convencer a la gente de que contratase una póliza, recuerda Antonio. Más tarde, y tras los éxitos que cosechó durante esa etapa, le ofrecieron una delegación en la calle Julián Besteiro. Allí lleva 17 años, en los que ha trabajado duramente para lograr una cartera de más de 5.000 clientes. Al principio, trabajaba yo solo; después, contraté a algunos empleados y finalmente se incorporó mi mujer, indica Antonio. Sin embargo, debido a sus problemas de salud, admite que poco a poco se está desvinculando de este trabajo. Mi esposa, Ana María del Mar, es la que lleva la batuta, yo simplemente le ayudo, bromea Antonio.
En cuanto a las claves del éxito, él lo tiene muy claro. Hay que ser constante, dar un servicio correcto a los clientes y estar dispuesto a cualquier día y hora que te llamen, sentencia. Considera la profesión de agente de seguro como dura y sacrificada y reconoce que para llegar hasta donde está con una cartera de más de 5.000 clientes ha sido necesaria mucha dedicación y constancia por su parte. Sin embargo, su trabajo también ha sido reconocido por la compañia con diferentes incentivos , como viajes al extranjero, por lo que conoce gran parte del mundo.
En la actualidad, mientras intenta desvincularse del vicio que para él supone este trabajo, anhela que, en el día de mañana, sea alguno de sus tres hijos quien lleve las riendas de este sacrificado pero agradecido negocio.