Una ponencia expone todos y cada uno de los instrumentos que utilizó el franquismo en la provincia para reprender a sus opositores
01/10/2010 - 09:45
Por: VIRGINIA BODEGA
La conferencia tuvo lugar en la Uned y estuvo a cargo de Juan Carlos Berlinches Balbacid
El centro asociado de la UNED en Guadalajara acogió en la tarde de ayer una ponencia que trasladó al auditorio asistente, bastante numeroso, a los primeros años de la Dictadura franquista. Organizada por la Delegación de Alumnos de Geografía e Historia de la universidad, la conferencia corrió a cargo de Juan Carlos Berlinches Balbacid, diplomado en Estudios Avanzados en Geografía e Historia y profesor-tutor del centro asociado.
Titulada La violencia política durante el primer franquismo: el caso de Guadalajara, la ponencia expuso todos y cada uno de los instrumentos que el régimen franquista desplegó en la provincia para castigar a los opositores del bando nacional durante la Guerra Civil, controlar a la población y evitar cualquier posible brote de levantamiento popular a partir de 1939.
Intensa investigación
De forma clarificadora, aportando datos concretos recabados tras una intensa investigación en los archivos históricos, Berlinches expuso cómo, lejos de terminar la violencia una vez alcanzada la victoria, ésta se mostró especialmente intensa y virulenta en los primeros años del régimen, en los que el odio, la tensión, y las injusticias se sucedían en la sociedad guadalajareña, como en la del resto de España. Antes de explicar en detalle el funcionamiento y los objetivos de los tres órganos que Franco puso en marcha para lograr sus fines los Tribunales Militares, los Tribunales de Responsabilidades Políticas y los Tribunales para la Depuración de Funcionarios, el profesor hizo una breve introducción en la que explicó la realidad social de la Guadalajara de aquel tiempo, una ciudad totalmente derruida y castigada por la guerra, pobre y, sin embargo, en la que se trataba de dar una aparente situación de normalidad. Como ejemplo de ese intento de apariencia de normalidad, Berlinches narró que en ese primer año tras la guerra, 1939, aunque mucha gente no tenía qué comer, se celebraron las Ferias y Fiestas, hubo fuegos artificiales, Gigantes y Cabezudos y varias corridas de toros entonces se celebraban en octubre, no en septiembre como ocurre actualmente. La realidad, sin embargo, escondía para Berninches una ciudad olvidada por el régimen, receloso desde Madrid de que la capital provincial se hubiera mantenido fiel a la República hasta el final de la guerra. No fue hasta el año 50 cuando Guadalajara comenzó a conocer el progreso, sostiene.
En tales condiciones, con una población totalmente oprimida más aquélla que sufrió en propias carnes alguna de las sanciones o penas del régimen, los tres tribunales que puso en marcha Franco no pudieron ser más efectivos para sus objetivos. Sin embargo, no se puede decir que la violencia de postguerra en Guadalajara fuera mayor que en otras provincias, pues aunque ésta estuvo dividida en dos durante toda la guerra, lo cierto es que la provincia había sido tradicionalmente votante mayoritaria de las derechas, hecho que compensó la fidelidad de la capital a la República durante el conflicto bélico.
Cerca de 300 fusilados
Los Tribunales militares de Guadalajara enviaron al cementerio municipal a al menos 290 ciudadanos que fueron condenados con la pena de muerte, tal y como se puede comprobar en el archivo del cementerio municipal todavía hoy, y a muchos cientos de ellos les impusieron condenas de entre 10 y 30 años de reclusión, sólo en el primer año del franquismo, en 1939. Entre los motivos alegados por el órgano figuraban haber luchado en el frente popular durante la guerra, haber pertenecido a algún sindicato o, simplemente, haber sido acusados por alguna persona conocida o no.
El cometido del Tribunal de Responsabilidades Políticas era, por su parte, amedrentar y castigar a los derrotados utilizando para ello multas y sanciones pecuniarias, en la mayoría de los casos exageradas y desorbitadas, que dejaban a los acusados en situaciones de total penuria. Para ilustrar una de estas sanciones con un ejemplo, Berlinches recurrió a documentos de la época. Uno de ellos se trataba de una sentencia por la que un jornalero un labrador, que cobraba unas nueve pesetas al día, fue condenado a pagar 2.000 pesetas, el salario de todo un año de trabajo.
Por último, el Tribunal para la Depuración de Funcionarios atacó y represalió a los derrotados también por la vía pecuniaria y laboral, dejando a muchos de ellos en la calle y con pocas opciones de encontrar un nuevo empleo en otro lugar, marcándoles de por vida. Así, el profesor de la UNED puso el ejemplo del secretario del Ayuntamiento de Guadalajara, quien aunque alegó haber trabajado al servicio del Ayuntamiento de Guadalajara desde tiempos monárquicos 20 años antes del comienzo de la Guerra Civil, en 1936, fue suspendido, teniendo que abandonar Guadalajara y trasladarse a Madrid.
Intensa investigación
De forma clarificadora, aportando datos concretos recabados tras una intensa investigación en los archivos históricos, Berlinches expuso cómo, lejos de terminar la violencia una vez alcanzada la victoria, ésta se mostró especialmente intensa y virulenta en los primeros años del régimen, en los que el odio, la tensión, y las injusticias se sucedían en la sociedad guadalajareña, como en la del resto de España. Antes de explicar en detalle el funcionamiento y los objetivos de los tres órganos que Franco puso en marcha para lograr sus fines los Tribunales Militares, los Tribunales de Responsabilidades Políticas y los Tribunales para la Depuración de Funcionarios, el profesor hizo una breve introducción en la que explicó la realidad social de la Guadalajara de aquel tiempo, una ciudad totalmente derruida y castigada por la guerra, pobre y, sin embargo, en la que se trataba de dar una aparente situación de normalidad. Como ejemplo de ese intento de apariencia de normalidad, Berlinches narró que en ese primer año tras la guerra, 1939, aunque mucha gente no tenía qué comer, se celebraron las Ferias y Fiestas, hubo fuegos artificiales, Gigantes y Cabezudos y varias corridas de toros entonces se celebraban en octubre, no en septiembre como ocurre actualmente. La realidad, sin embargo, escondía para Berninches una ciudad olvidada por el régimen, receloso desde Madrid de que la capital provincial se hubiera mantenido fiel a la República hasta el final de la guerra. No fue hasta el año 50 cuando Guadalajara comenzó a conocer el progreso, sostiene.
En tales condiciones, con una población totalmente oprimida más aquélla que sufrió en propias carnes alguna de las sanciones o penas del régimen, los tres tribunales que puso en marcha Franco no pudieron ser más efectivos para sus objetivos. Sin embargo, no se puede decir que la violencia de postguerra en Guadalajara fuera mayor que en otras provincias, pues aunque ésta estuvo dividida en dos durante toda la guerra, lo cierto es que la provincia había sido tradicionalmente votante mayoritaria de las derechas, hecho que compensó la fidelidad de la capital a la República durante el conflicto bélico.
Cerca de 300 fusilados
Los Tribunales militares de Guadalajara enviaron al cementerio municipal a al menos 290 ciudadanos que fueron condenados con la pena de muerte, tal y como se puede comprobar en el archivo del cementerio municipal todavía hoy, y a muchos cientos de ellos les impusieron condenas de entre 10 y 30 años de reclusión, sólo en el primer año del franquismo, en 1939. Entre los motivos alegados por el órgano figuraban haber luchado en el frente popular durante la guerra, haber pertenecido a algún sindicato o, simplemente, haber sido acusados por alguna persona conocida o no.
El cometido del Tribunal de Responsabilidades Políticas era, por su parte, amedrentar y castigar a los derrotados utilizando para ello multas y sanciones pecuniarias, en la mayoría de los casos exageradas y desorbitadas, que dejaban a los acusados en situaciones de total penuria. Para ilustrar una de estas sanciones con un ejemplo, Berlinches recurrió a documentos de la época. Uno de ellos se trataba de una sentencia por la que un jornalero un labrador, que cobraba unas nueve pesetas al día, fue condenado a pagar 2.000 pesetas, el salario de todo un año de trabajo.
Por último, el Tribunal para la Depuración de Funcionarios atacó y represalió a los derrotados también por la vía pecuniaria y laboral, dejando a muchos de ellos en la calle y con pocas opciones de encontrar un nuevo empleo en otro lugar, marcándoles de por vida. Así, el profesor de la UNED puso el ejemplo del secretario del Ayuntamiento de Guadalajara, quien aunque alegó haber trabajado al servicio del Ayuntamiento de Guadalajara desde tiempos monárquicos 20 años antes del comienzo de la Guerra Civil, en 1936, fue suspendido, teniendo que abandonar Guadalajara y trasladarse a Madrid.