Valdenazar, un bosque con encinas de 260 años

13/11/2018 - 16:16 Redacción

Por cada año de vida al árbol le crece una capa, que queda grabada en forma de anillo concéntrico en la sección transversal del tronco, conocidos como anillo anual. Unos redondeles que se deben leer de forma correcta desde el centro hacia el exterior. Ahora bien, no todos esos cercos son iguales pues los hay más anchos que otros, más oscuros y más claros. Esta peculiaridad está motivada por los cambios climatológicos que tuvo que soportar el ejemplar a lo largo de su existencia. Un anillo de trazo ancho y coloración clara si hubo lluvias abundantes; por el contrario, delgado y oscuro en una temporada de sequía. De ahí que la temperatura sea un factor esencial en el desarrollo del árbol, aunque no es el único. La salud o las plagas, la lucha por ocupar el espacio frente a otros ejemplares o los incendios también influyen en ese paso del tiempo. A esa parte de la botánica que establece la madurez de los árboles y los cambios climáticos a los que han estado expuestos se le denomina dendrocronología.

 

Corría el mes de agosto de 2017 cuando una fuerte tormenta estival con abundante aparato eléctrico descargaba sobre Valdeluz. Uno de esos rayos impactó de forma mortífera contra una encina de porte majestuoso y 93 centímetros de diámetro en el bosque de Valdenazar, a la que abatió y quebró por la mitad. Con ayuda de la brigada municipal, se extrajo una rodaja del tocón para datar tan magnífico ejemplar. “Con la intención de que el dato pudiese arrojar un conocimiento aproximado de la edad de los abundantes quejigos y encinas centenarias que pueblan los alrededores de Valdeluz”, explica Vidal Gaitán, concejal de Medio Ambiente. La tarea iba a resultar complicada ya que acreditar la edad de una encina es toda una proeza debido a la dificultad que entraña distinguir los anillos de crecimiento de esta especie. Esa labor corrió a cargo de un botánico, los miembros de la Asociación ‘Micorriza’ y el propio concejal, mientras que una empresa especializada en trabajos de madera se encargó del corte, desbaste y pulido, así como del montaje y herrajes del atril.

 

Los orígenes de aquella espléndida encina se remontan a más de dos siglos y medio, en los albores de 1762 cuando España decidió entrar en la Guerra de los Siete Años, que se saldó con la obtención de varios territorios de ultramar. Ese estudio de datación ha sacado a la luz los tejidos conductores que se encargaban de transportar la savia desde las hojas y el suelo hasta otras partes del árbol. Pero también el núcleo, que es la zona más antigua y que, por lo general y en estos ejemplares adultos de grandes dimensiones, está hueca. Unas cavidades que dieron refugio a especies animales como invertebrados, murciélagos o pequeños roedores. Tras analizar el crecimiento anual del xilema, tejido leñoso que transportaba los nutrientes, se ha podido diferenciar el desarrollo en primavera y verano, con vasos conductores más gruesos, y en la época de otoño e invierno. Otro dato importante que ha arrojado la dendrocronología es que esta encina fue pasto de algunas especies xilófagas de hongos e insectos que se alimentaron de la madera. Lo que provocó daños de diferente consideración en sus tejidos conductores que se tradujeron en podredumbres que afectaron a su estabilidad.

 

Unos estragos que no impidieron a este ejemplar de Quercus ilex convertirse en coetáneo de algunos hitos históricos que marcaron el devenir de nuestra civilización. Como el descubrimiento del oxígeno, la Revolución francesa, la promulgación de la primera Constitución española o la edición de ‘El origen de las especies’ de Charles Darwin. Pero también del decreto que convirtió a Yellowstone en la primera reserva natural del mundo, la entrada en vigor de la primera ley de Parques Nacionales de España, la Guerra Civil que asoló España o la construcción del muro de Berlín. Esta rodaja de encina centenaria será la “primera pieza” del futuro Centro de Interpretación de la Naturaleza del bosque de Valdenazar. “Un espacio musealizado que será un legado imperecedero para las generaciones venideras donde se pondrá en valor la flora y fauna de este bosque mediterráneo que ha llegado intacto hasta nuestros días, y las actividades que allí desarrolló el hombre”, avanza Vidal Gaitán, concejal de Medio Ambiente.

 

En la primavera de 2015, el Ayuntamiento de Yebes se dotó de una ordenanza para la protección del arbolado singular del municipio que contempla varias figuras de protección para los especímenes que merecen formar parte de su patrimonio cultural y material. Como la de ‘árbol de interés local’, que engloba aquellos ejemplares que, por una o varias características de tipo biológico, científico, cultural, histórico, paisajístico o social, deben ser declarados y catalogados como tal. O la ‘arboleda de interés local’, agrupación de varios árboles que por su tamaño, belleza, edad, singularidad y composición, o su valor cultural, social o histórico, se considera destacable y digna de protección para la colectividad. En ambos casos implica que no pueden ser cortados, dañados, trasplantados, mutilados o destruidos, como tampoco su entorno. “Si hay una especie que caracteriza a nuestro municipio es la encina, que incluso aparece en el escudo; en el término hay unos cuantos ejemplares centenarios que por su belleza, singularidad y majestuosidad se han hecho merecedores de esa protección”, dice el edil.

 

La rodaja de la encina centenaria que fuera abatida por aquel rayo fulminante se expone hoy en las oficinas municipales de Valdeluz hasta que sea trasladada al Centro de Interpretación de la Naturaleza del bosque de Valdenazar. Sostenida sobre un atril, toda la información técnica y cronológica se puede leer en un metacrilato transparente