El amor religioso


Los distintos estilos de la mística cristiana ponen de relieve uno de los aspectos del amor: el erótico, el evangélico o el platónico.

 En Semana Santa se suele citar el mandato del amor dado por Jesús en la última cena. Prescindiendo de las variantes del amor en la literatura secular, me parece oportuno compartir algunas consideraciones sobre el amor religioso. Este tipo de amor, como se refleja en los textos ascéticos y místicos del cristianismo, mana de tres fuentes: el Cantar de los Cantares, el Evangelio de San Juan y el neoplatonismo. El Cantar de los Cantares comienza con la frase: “Béseme con beso de su boca”. Como se ve, respetando las interpretaciones alegóricas de los biblistas, se trata de una expresión erótica, de amor corporal. El resto del libro refuerza esta lectura, y San Juan de la Cruz, aunque utiliza en su Cántico espiritual algunas imágenes del texto, nunca utiliza las alusiones al cuerpo. 

  La segunda expresión del amor es la de Jesús en el capítulo XV del Evangelio de San Juan, llamado el “sermón del mandato”. El mandato es: “Este es mi mandamiento: que os améis mutuamente como yo os he amado”. Y ahora sigue la definición cristiana del amor: “Nadie tiene un amor más hondo que el que da su alma por las personas queridas”. Aquí no hay erotismo corporal sino una entrega completa al prójimo y al deber. El amor a Dios y al prójimo es el resumen de toda la ley, según Jesucristo, y ese amor culmina en el extraño mandato: “amad a vuestros enemigos” (Mateo, 5.44). 

  La tercera fuente es la idea platónica: elevación al supremo estado espiritual abandonando todos los grados de la materia. El amor platónico es en realidad una metafísica que abandona lo material para llegar a la perfecta unidad y simplicidad. Esta doctrina platónica fue codificada a fines del siglo V por un autor sirio que se firmó como Dionisio, y fue identificado con el Dionisio magistrado del Areópago de Atenas, convertido al cristianismo por San Pablo. El primer paso en el camino de perfección era la purificación de todo lo material; cuanto más purificado el espíritu, más luz divina se proyectaba sobre él, y finalmente se lograba la unión en el amor con el Uno “superesencial” y sobrenatural. Los distintos estilos de mística cristiana ponen de relieve uno de los aspectos del amor: el erótico, el evangélico o el platónico. Con el tiempo, los místicos cristianos expresaron el amor de Dios en la fórmula de Dionisio. San Bernardo, comentando la primera frase del Cantar de los Cantares: “Beseme con el beso de su boca”, dice: “Recibido el primer beso en los pies, no presumas al punto elevarte al de la boca, pues entre los dos ha de mediar el de la mano”. 

  El sistema neoplatónico de los tres estadios se ha incrustado en la expresión erótica y personal del poema bíblico y ha producido la gradación de besos en el pie (purificación), mano (iluminación) y boca (unión). Frente a esas fórmulas, Santa Teresa considera el erotismo como una inclinación enfermiza propia de mujeres, y define el amor en sentido evangélico: cumplir en todo la voluntad de Dios. La doctrina místico-platónica de Fr. Francisco de Osuna, nuestro franciscano del convento de La Salceda, recibe el ataque más duro de la santa, aunque ella misma dice que a sus veinte años trató de acomodarse a su doctrina, pero que no pudo hacerlo porque chocaba con su tipo de inteligencia.