Adios al Hotel España

18/11/2019 - 21:55 LUIS MONJE CIRUELO

Artículo publicado en Nueva Alcarria en septiembre de 1967, con motivo del cierre del Hotel España, antiguo convento de Santa Clara, para ser convertido en una entidad bancaria. 

 

Del centro de la ciudad va a desaparecer uno de sus edificios más representativos: un inmueble que tiene sobre su solar muchos años de historia alcarreña y que aun conserva en su interior y en su frontispicio recuerdos de su secular pasado conventual. El solar que durante más de seis siglos fue convento de Santa Clara y que en su última etapa transmutó la paz claustral por la agitación de un hotel, va a cambiar nuevamente de destino.

Éste es cada vez más prosaico y materialista.Todavia la finalidad hotelera podía admitir parangón, en un sentido amplio, con la misión espiritual que desde el siglo XIV le dieron las religiosas clarisas, por aquello de que un hotel, al fin y al cabo, y dicho sea con las debidas reservas, pone en práctica las obras de misericordia de dar de comer al hambriento y posada al pergrino.

Ahora, sobre los huesos de muchas monjas, va a ser construida una entidad bancaria. No diré por eso que sus cenizas vayan a alzarse para protestar contra el proyecto. Pero sí que contrastará la espiritualidad que el recinto tuvo durante tantos siglos con el afán de lucro que, por mucho que se disimule con obras sociales, mueve a esta clase de establecimientos.

Pero, en fin, no pretendo hacer demagogia ni escribir un artículo plañidero. Digo adiós al Hotel España, al antiguo “Palas”, por lo que tiene de símbolo y emblema de un periodo de la capital. En sus muros se ha hecho bastante historia contemporánea provincial. Si sus paredes hablasen nos contarían muchos sabrosos episodios y divertidas anécdotas de nuestra pequeña política.

Muchas conversaciones y entrevistas realizadas en este hotel han dado lugar a iniciativas públicas y privadas. En sus comedores se han pronunciado muchos discursos después de los postres y se han ofrecido líricos brindis, y también muchas vaciedades, a la hora del café y copa.

Ultimamente había decaído algo el Hotel España como local preferido para los banquetes y homenajes al aparecer nuevos establecimientos. La vanidad humana, que es tanto como decir la tontería consciente, se ha empezado a inclinar hacia los restaurantes modernos, como si las maderas nobles y la lujosa decoración pudieran añadir inteligencia, personalidad y merecimientos auténticos a los homenajeados. El mundo es así, y las nuevas modas y modos, y la proliferación  de vehículos han restado protagonismo al envidiable emplazamiento de este hotel.

El Hotel España es para muchos que dicen haber estado en Guadalajara el principal y casi único recuerdo de su estancia en nuestra capital. Él ha sido, juntamente con el café del mismo nombre ubicado en su planta baja, con el que forma un todo indisoluble, escenario de especulaciones mercantiles los martes, apacible rincón todos los días para jugarse con los amigos el café de la sobremesa, y acogedor punto de cita, arrumacos y conversación para muchos enamorados en las largas tardes invernales.

Las futuras ferias y fiestas de Guadalajara parecerán perder carácter con la desaparición del Hotel España. En él se hace patente, mejor que en ningún otro sitio, la animación y el bullicio de las ferias y la calidad y el número de nuestros visitantes. Las tardes de toros tienen en el café, en el comedor del hotel y, sobre todo, en su vestíbulo, el mejor ambiente. Los capotes de brega y los esportones de las cuadrillas ponen su nota típica de españolada en las horas que preceden a la corrida. El ir y venir de los ayudas y mozos de estoques, el revuelo ante las fugaces apariciones de los matadores, la agitación, en fin, que reina los días de toros no me los imagino en otro escenario que no sea el del Hotel España.

Le decimos adiós, un mes antes de ser cerrado, en nombre de cuantos lo hicieron su hogar durante unas horas; en nombre también de los que alguna vez disfrutaron, en el café o en el comedor, del placer de una agradable conversación o de una entrañable compañía. Otro edificio, más moderno, más suntuoso, vendrá a sustituirlo dando mayor empaque a esa zona de la ciudad. Pero el viejo Hotel España, el “Palas” de nuestra juventud, con su gastada imagen de Santa Clara en el frontispicio y sus restos conventuales en el claustro de su patio interior, quedará grabado para siempre en la nostalgia del recuerdo de muchos alcarreños.