Ana


Ahora Ana tiene por delante un nuevo desafío y como todos los que se le presentan, lo convertirá en una oportunidad de servicio a los demás.

Hace ya algunos meses, un año y medio en realidad, escribía en estas páginas una columna que se llamaba ‘Ana y el rey’. La protagonista, entonces y ahora, Ana Guarinos. Las circunstancias, parecidas en lo esencial: Ana dejaba unas responsabilidades y asumía otras. Por aquel entonces Ana cedía el testigo de la presidencia provincial para dedicarse a tareas regionales. Hoy, realizada su tarea con un éxito que medirán las urnas, se dirige a un nuevo desafío, que no es otro que ser alcaldesa de Guadalajara. 

Este no es un artículo de valoración política ni de fervores de partido. Es, nada más y nada menos, que una carta abierta de admiración, cariño y reconocimiento a una amiga. Alguno pensará que cuento maravillas de ella porque es mi amiga, pero es al revés: Ana ha sido y será mi amiga porque pienso que es extraordinaria. 

Estamos acostumbrados a destacar las miserias de la actividad de legisladores y gobernantes, hacer de la confrontación bandera y estimar los actos por el color y no por su valor. Los políticos hemos contribuido muchas veces a esa consideración. Giulio Andreotti, que fue siete veces presidente del gobierno de Italia, decía que en la vida hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y… compañeros de partido. Pio Cabanillas, más escueto, alertaba con rotundidad aquello de “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”. Pero no. Si de algo sirve mi palabra es que no eso no es verdad. Al menos no más verdad que en la universidad o en el colegio, o en cualquier otra actividad humana. Y sobre todo no es verdad con personas como Ana Guarinos, porque siempre está dispuesta a perdonar el agravio y a excusar al ofensor. 

    A lo largo de mi vida he ido recolectando amistades que han perdurado desde que tenía siete años, en el colegio, la universidad, la vida… y la política no ha sido una excepción. Casi todas mujeres, por cierto, para aquellos que dicen que las mujeres no podemos ser amigas.  Ya las mencioné también hace tiempo en otro artículo, como homenaje de admiración y cariño a las políticas que he tenido la suerte de encontrar en este camino y que se va actualizando por ampliación, una gran suerte: alcaldesas, como Carmen, Lucía, Montse, Raquel y Rocío, a las que pronto se unirá Ana; políticas con mayúsculas, a las que admiro por encima de todo: Marta, Carmen, María Jesús, María, María Dolores, Alicia, Concha, Isabel, Patricia y Ana, otra vez Ana Guarinos.

Alguno me preguntará que si están en esta lista por ser mujeres. Mi respuesta es que no: están porque son grandes mujeres, excelentes, listas, impresionantes. Porque lo de ser mujer siempre sale en la ecuación cuando se cuestiona la elección. Debe ser que ser hombre es lo más normal del mundo, para los hombres…

    Ahora Ana tiene por delante un nuevo desafío y como todos los que se le presentan, lo convertirá en una oportunidad de servicio a los demás. Decía hace año y medio que nunca le había visto a Ana un gesto egoísta. La generosidad de dar entonces un paso al lado es la que le impulsa a dar ahora un paso adelante; no por vanidad o para satisfacer ansias o aspiraciones personales, también legítimas, sino porque ahora no hay nada más importante para ella que aceptar el honor y el reto de ofrecerse a los guadalajareños para regir nuestra ciudad en los próximos años. Ana se atreve a hacer política, con mayúsculas, que ahora, como en tiempos de Aristóteles, será “ocuparse de los asuntos de las ciudades”, de nuestra ciudad, de Guadalajara.