Aumento de la ambición

20/12/2019 - 14:26 Jesús Fernández

Todos creíamos que los partidos políticos eran democráticos en su estructura, en sus planteamientos, en su funcionamiento como dice la Constitución del 78.

Uno de los episodios más repugnantes del capitalismo actual es contemplar y oír a los predicadores de los pobres y a los heraldos de la justicia que cobran sueldos astronómicos. Y se permiten decir que son de izquierdas, recomendando esta posición e ideología a los demás. La ambición les corroe. Contratos de 2 millones de euros al año con su empresa.45.000 euros a la semana. 30.000 euros por programa o 21 millones por película. Pero ellos viven en sus villas, en sus chalets, en el cinturón verde y montañoso de la gran ciudad. Con parcelas y jardines incluidos, rodeados de servicio doméstico, chóferes y autos de alta gama que les trasladan y devuelven a sus lugares de trabajo sentados y recostados en el asiento de atrás, convertido en butaca. Con grandes períodos de vacaciones que emplean par darse largos viajes internacionales. Esos son los grandes defensores de la igualdad o los azotes de las injusticias. Mientras el pueblo vive como sardinas en poblados y usando transportes públicos ellos son los grandes tiburones de la sociedad. Y hablan de pobreza y solidaridad liderando campañas de donaciones. Se yerguen como defensores de os pobres o critican la acción de los gobiernos frente a las avalanchas de emigrantes y refugiados. Pero ellos se refugian en sus posesiones y cobran por su imagen. Todo esto se está pagando en el pobre mundo de la cultura y sus actores.

Otro aspecto muy pobre donde se constata el aumento de la ambición es la política de amigos. Todos creíamos que los partidos políticos eran democráticos en su estructura, en sus planteamientos, en su funcionamiento como dice la Constitución del 78. Sin embargo, cuando vemos que el Secretario General de un partido político, que es destituido por su Ejecutiva Federal a raíz de sus planes de aliarse con los independistas, se echa a la carretera con su viejo coche visitando las federaciones locales. Se hace otra vez con el poder en el partido y luego en el gobierno. Entonces todos miran hacia él y se someten al que tiene el poder. Invade, mediante el poder, ambición y dinero, y conquista las instituciones y las personas. Los militantes se rinden ante él, que ostenta y ejerce el poder, esperando algún cargo, alguna secretaría, alguna presidencia. Sabedor de esta conducta por ambición de las personas, reparte prebendas, beneficios, ministerios, secretarías, portavocías, un puesto en las listas al Congreso o en las empresas estatales para ganarse su adhesión y fidelidad. Se hace con todo el poder en el partido, en el gobierno y en las instituciones. Se rodea de burócratas y servidores por cargos y dinero. Aquellos que le rechazaban, ahora le alaban, le aplauden y están de acuerdo con sus planteamientos. Nadie se atreve a contradecirle por miedo a perder poder, cercanía y ganancias. Por lo demás, no entiendo cómo en democracia se puede adorar tanto a ciertos jefes o someterse a su pensamiento, a su conducta corrupta, a su estilo de vida, de placeres y de caprichos. Esto es la política que tenemos, dictada por egoísmo, codicia y ambiciones de unos pocos. Y esto aumenta cada día. ¿Dónde está la ciudadanía, dónde está la ley, dónde está la libertad?