Bajo el espectro del clima

10/01/2020 - 13:12 Lara de Tucci

Pero, ¡ay!, los datos entre cumbre y cumbre siguen siendo igual de aniquiladores; hasta el punto de que las emisiones de carbono están batiendo registros año tras año.

 Lo primero que tengo que referir sobre la pasada Cumbre del Clima es el haber visto una instantánea de la Reina emérita Doña Sofía recogiendo envases de plástico en las playas de Baleares. Gesto de voluntariado que tendrían que imitar algunas de las autoridades, si no todas, que dicen enfrenarse al problema del efecto invernadero. Ya que con sólo conferenciar y debatir, sin mostrar ejemplos de enmienda, de poco nos vale a las poblaciones, afectadas por el espectral problema.

Porque ya lo estamos viendo, sobre todo desde la última Cumbre celebrada en Madrid; que ha sido la número veinticinco desde que el fantasma de CO2 empezara a destacarse con sus emisiones de apocalipsis universal. De ahí que sea conveniente recalcar que cada vez que se celebra una cumbre sobre el calentamiento de la atmósfera, los dignatarios responsables de los eventos firmaran prácticos compromisos de trabajo para corregir los desastres ecológicos.

Claro que no sólo corregir, pues también -como ocurre habitualmente- señalan fechas tope para que las emisiones contaminantes se vayan paulatinamente eliminando. Ahora, por ejemplo, es el año 2050 el que han dado como límite para que la pureza del aire que respiramos sea la idónea; pues para el año 2022 ya se propusieron estrategias con el fin de reducir la polución en 36 millones de toneladas. Lo cual conllevaría que la meta perseguida para 2050 pudiera alcanzarse con facilidad.

Pero, ¡ay!, los datos entre cumbre y cumbre siguen siendo igual de aniquiladores; hasta el punto de que las emisiones de carbono están batiendo registros año tras año; con unos efectos de calentamiento que nos hacen pensar que todo seguirá igual después de la Cumbre de Madrid. Con Europa, por otra parte, colgándose la medalla de que nuestro continente suelta en el aire únicamente el 9 por ciento de tales gases nocivos. No obstante, importantes empresas europeas trabajan en países emergentes; allí donde sus sistemas de elaboración no están homologados con las consignas que se proponen para la purificación del aire; con lo cual contribuye Europa a aumentar ese 9 por ciento del que se presume en Bruselas.

Lo lamentable de este caso infernal es que las poblaciones -de suyo cada vez más materialistas- tendrían que ser convenientemente formadas con sumo interés de conocimientos científicos para que los proyectos del futuro no se quedaran en aguas de borrajas. Y tal cosa no es nada factible, pues existen países, caso de Polonia con su oposición a la propuesta verde europea, o de Brasil, por poner unos ejemplos, negándose a formalizar un acuerdo que priorizaría en los océanos las acciones adecuadas antes de practicarlas en tierra. Son desencuentros que entorpecen otros acuerdos de mayor calado. 

Tales como el del gigante chino, que continúa operando masivamente  con centrales carbonizadas, o como el de los EE.UU., donde se oponen a las decisiones conjuntas de aminorar la desconsideración climática  que sus políticas desarrollan. Con lo cual habrá que convenir y aceptar que la atmósfera, muy a pesar de la salud de todo el género humano, ¡que la provoca con su progreso!, continuará igual de contaminada o más en la próxima Cumbre que se celebre.

Y ya que hablamos del género humano y de las consecuencias que padeceremos por el efecto invernadero; tenemos que pensar en los niños de las futuras generaciones. Que, precisamente, cuando se celebraba la Cumbre de Madrid se cumplían 30 años -fue el 20 de noviembre de 1989- de que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara la Convención sobre los Derechos del Niño. Un logro que, según organizaciones humanitarias, se irá frustrando paulatinamente a causa del cambio climático. Pues se trata de un segmento de la población cuyas defensas físicas son muy vulnerables.

Pues si los efectos invernaderos continúan provocando estragos, las carencias de recursos básicos para la alimentación y la higiene vendrán in crescendo y las nuevas generaciones de niños y adolescentes sufrirán peores consecuencias que las que en la actualidad padecen en países, por ejemplo, de África o en India; aunque igualmente en naciones desarrolladas.

Que los males provocados por CO2 se ciernen sobre todos los lugares del mundo por igual; sin que los deterioros respeten tierras, ríos y océanos. Con los hielos polares derritiéndose; las especies animales en constante extinción; las plantaciones resintiéndose por las inundaciones, los incendios y las erosiones, y el hombre adquiriendo nuevas enfermedades, esas que observamos ya entre cumbre y cumbre del clima.