
Caraca, la ciudad perdida y encontrada
Hasta finales de agosto estará dispuesta a la contemplación esta exposición del Museo de Guadalajara, que en el gran Salón de Linajes del Palacio del Infantado está montada para recordar la Ciudad de Caraca y mostrar lo que hasta ahora, en los últimos 8 años, se ha hecho en torno a su descubrimiento.
La exposición que se muestra en la Sala de Linajes –convertida en espacio expositivo desde hace años, donde pudimos disfrutar de las obras de Pradillo, o de Alejo Vera– tiene en esta ocasión un fondo bermellón que emparenta con la púrpura del poder y los atavíos imperiales. El lugar fue muy humilde, pero las prospecciones y excavaciones que desde hace ocho años se están llevando a cabo la han recuperado a la memoria, y entre los restos hallados con el análisis del georradar, las excavaciones que han dado a luz materiales, y los que ya en tiempos antiguos se encontraron y ahora el Museo Arqueológico Nacional nos devuelve para su admiración (por el tiempo de la exposición solamente), hacen que la ciudad de Caraca tome vida ante nuestros ojos, y esta exposición que la revive nos haga pasar un buen rato. Un tiempo, además, de aprendizaje.
Quiero antes que nada nombrar a los artífices de este generoso ofrecimiento. Han sido, de una parte, los directores de la excavación, desde que se inició su estudio en 2016. Concretamente Emilio Gamo Pazos (que ha ejercido de comisario de la muestra), más Javier Fernández Ortea y Saúl Martín González, quienes verano tras verano se ponen el traje de faena y bajo el sol de justicia de la meseta castellana sacan tierra y pulen piedras, miman broches y mojan cerámicas, para que todo reluzca y encuentre su sentido y su explicación. La exposición ha sido montada por José Antonio Borrás a quien la Asociación de Amigos del Museo le ha concedido el honroso título de Socio de Honor, y han colaborado Fernando Aguado, Miguel Ángel Cuadrado y María Luz Crespo Cano como profesionales del Museo y expertos en excavaciones y tratamiento de huellas patrimoniales. Además de Miguel Zorita Bayón, el cronista de Brea de Tajo, y extraordinario pintor, que está dando testimonio gráfico de lo que se ve y lo que se imagina en torno a esta ciudad. El resto es nomenclatura política, que no hace sino cumplir su misión y encargo, el de emplear bien los recursos que la participación ciudadana les concede para ello. Que, en definitiva, no consiste más que en estudiar, y proteger, el Patrimonio Histórico (Arqueológico en este caso) de la nación.
Aspecto de la exposición de Caraca la Ciudad Perdida en el Salón de Linajes del Palacio del Infantado.
El cerro que se levanta a la orilla derecha del río Tajo, media legua andando hacia el sur desde la localidad alcarreña de Driebes, fue denominada durante siglos El Cerro de la Virgen de la Muela, y albergó una ermita cristiana que sobresalía entre los campos de cereal. La existencia en ese lugar de un yacimiento arqueológico se conocía desde mucho antes. Ya en el siglo XVI lo rumoreaban los leídos del lugar y un zagal encontró una bolsa con aparejos de plata. Las últimas, aparecidas en 1945 cuando se fueron a hacer unas obras para el Canal de Estremera, supusieron el hallazgo de un conjunto de piezas de plata que constituyeron el Tesorillo de Driebes, el cual merece una mención aparte.
En los años 80 del siglo pasado, mis amigos Jorge Sánchez-Lafuente y Juan Manuel Abascal Palazón, se entretuvieron en buscar por la superficie del cerro piezas que les confirmaron la existencia indudable de población significativa. Pero ha sido recientemente que la constancia de Gamo y Fernández Ortea han conseguido aplicar los recursos públicos, –aunque en cantidades muy modestas– para empezar la tarea de excavación y análisis del lugar. Cosa que llevará muchos años, al paso que va, pero que devolverá alegrías, seguro.
Caraca estaba en alto, sobre un paso fácil del río Tajo, en el camino o vía desde Cartagena a Complutum. Tuvo ocupación –por su importancia estratégica– desde época paleolítica. Y vio la construcción de un poblado importante en época carpetana, –edad del Hierro avanzada–, que poco después sería tomada por los romanos, y destacada en el área central de la Península, en comunicación con lugares como Ercávica, Segóbriga, Complutum y Segontia. El área mantuvo su importancia posteriormente, porque esa orilla sería el camino que los visigodos seguirían utilizando para conectar Toledo con Recópolis. En todo caso, la vida de Caraca declinó rápidamente en la segunda mitad del siglo II d. de C., y solo como residencia esporádica de caminantes o desubicados vino a usarse, perdiéndose su rastro bajo la arena de los elementos atmosféricos.
Se ha conseguido establecer el plano de la ciudad con los georrádares. Se ha señalado su desarrollo (cardo y decumano) de pueblo romano con foro, basílica, espacios comunes, y casas de habitación, en un contexto de economía ganadera fundamentalmente. Se ha encontrado importante huella del acueducto que surtía de agua a la ciudad, y se ha descubierto y puesto a la luz el monumento funerario con ustrinum central en que se hacían los ritos de despedida de los ciudadanos fallecidos.
El broche de plata del Tesorillo de Driebes hallado en Caraca.
Son columnas, frisos, basamentas, estelas, ánforas, fragmentos de terra sigillata, pequeños objetos metálicos, incluso pinturas murales fragmentarias, los testigos que han ido apareciendo. Sin duda falta mucho por encontrar. Pero todo ello viene a significar que allí hubo vida, bien organizada, con los elementos propios de una civilización de la que aún somos deudores. La exposición en que se muestra todo esto, los planos, las piezas, las fotografías, las evocaciones y la constancia del trabajo excavador, es algo que merece verse, y aplaudirlo. Inaugurada el 27 de mayo de 2025, estará abierta hasta finales de agosto de este año, aunque sería de deseo que la prorroguen para que mucha gente pueda verla, y entenderla.
El tesorillo de Driebes, que era algo ya conocido, y que hemos visto con anterioridad en las vitrinas más destacadas del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, es un conjunto de torques, lingotes, monedas cortadas y tortas de fundición, más anillos, placas y sobre todo el broche o fíbula de plata con cabeza de guerrero y felinos, que posiblemente representa la heroización del guerrero a través de la ingesta del mismo por parte de un animal salvaje. Es fíbula de tipo La Téne y constituye la pieza excepcional del conjunto. El lector interesado podrá encontrar más detalles en https://www.terracarpetana.es/el-tesoro-de-driebes/
Maqueta de la Ciudad Romana de Caraca que se conserva en el Ayuntamiento de Driebes.
El tesorillo emociona y arranca aplausos, mentales. La pieza clave es el broche de manto, y hay otras placas de plata que muestran la inteligencia y creatividad de nuestros ancestros, trabajando el noble metal para construir piezas de engalanamiento, significativas de poder, y promotoras de la sociedad. Lo más destacado es que todo ello es de época carpetana, que los romanos no pusieron mano ni imaginación en el metal: que adornaron a las gentes aborígenes de la Meseta, señores del Tajo y de sus campos.
El tesorillo se encontró fortuitamente disperso en el cerro, enterrado, aunque todas las piezas próximas entre sí. Fue en 1945. Depositado por la empresa constructora del canal de Estremera en la Diputación Provincial de Guadalajara, allí lo pudo analizar don Francisco Layna Serrano, quien en su calidad de comisario provincial de Bellas Artes lo destacó y dio oportunidad de ser estudiado por especialistas, como el orfebre Vicente San Valero Aparisi y el alemán Klaus Raddtaz, quien escribió un artículo sobre ello. En la exposición figura el original de la carta de Layna recomendando la autorización a Raddatz para su estudio. Después, fue llevado al Museo Arqueológico Nacional, donde al menos se exhibe de forma habitual en la colección permanente, lo cual es un honor destacado. Bien expuesto, clasificado, explicado, este Tesorillo de Driebes se alza con el protagonismo principal en esta exposición del palacio del Infantado. Que merece ser vista, y revista, por muchas cosas, pero especialmente por esta.