Casos de menores que me acompañarán mientras viva
Trabajar con menores que han cometido delitos genera al fondo del alma una cierta disociación pues la razón te muestra lo inaceptable de sus conductas pero por otro lado son niños.
Estando como director en funciones y psicólogo del Centro Piloto Nacional de Menores Manuel Bartolomé de Cosío en Cuenca perteneciente al Ministerio de Justicia recibimos a un menor que había clavado un destornillador en 17 ocasiones a un guardia jurado del Hotel Claridge de Madrid. No es menester explicitar detalles, pero sí dejar constancia de que de manera impactante vi con mis propios ojos lo que es el gran incesto, es decir la relación sexual completa de un hijo con su madre. El final una vez abandonado el centro fue terrible, un accidente lo dejó parapléjico. Nunca he percibido tanto odio a la sociedad, tal dureza emocional, tal dolor profundo.
Continuaré por un caso bien distinto, era un chico del Levante español lleno de pecas y que la primera vez por la que compareció en los entonces Tribunales Titulares de Menores fue por haber robado leche materna para su hermana pequeña. Un buen chico. Clarísimamente del ámbito de protección. Me dijo un día: “Sr. Urra, por favor cierre bien el bolsillo interior de su chaqueta con la billetera dentro y choque conmigo verá que la hago desaparecer”. Le argumenté que no me parecía educativo, pero en el fondo era tan buen chico y quería demostrarme sus habilidades, que acepté. Ni que decir tiene que visto y no visto se hizo con una cartera, que estaba perfectamente guardada en un bolsillo interior dentro de una chaqueta abotonada. Si se me permite la expresión y no se me interpreta mal, era un artista.
Y que decir tiene del gran lagarto que así se denominaba porque “parto y reparto” era el menor de una banda de adultos, pero era el líder, robaban en la Moraleja en chalets con todas las medidas de seguridad imaginables. Era su decisión de vida.
Trabajar con menores que han cometido delitos genera al fondo del alma una cierta disociación pues la razón te muestra lo inaceptable de sus conductas y el derecho que tienen, sí, repito, el derecho que tienen a ser duramente e inmediatamente sancionados. Pero por otro lado uno ve a unas niñas o niños que se hacen los duros, que son matones, pero no se olvide son niños.
e un grupo de chavales de una
Claro que es esencial no olvidar tampoco y en primer lugar a las víctimas, estar juntos a ellas, entender su sufrimiento y priorizar siempre, siempre a la víctima, sin ella no hay justicia. Muchos, muchos casos citaré, aquí la dcalidad muy próxima a Madrid, en una noche de alcohol destrozaron un cementerio, pusieron las cruces invertidas, y menos mal que la detención de la Guardia Civil les protegió de las lógicas iras de la ciudadanía. A veces en los adolescentes hay mucho de imbecilidad grupal.
En otros casos la psicopatía y la psicosis se confunden, por ejemplo de una niña que le clavó una tijera a su tía “pero no mucho”. Esta es una labor de un verdadero experto en psicología forense, cuanto hay de ficticio, cuando hay de facticio, cuanto de ser asocial, cuanto de enfermedad o trastorno difícil de delimitar.
Y que decir de aquel niño que denunciado cuando, digo no había entrado en vigor la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor 5/2000 y contando con 8 años habiendo sido señalado como violador, me dijo a la cara: “es puta”. Me desplacé a su barrio periférico y comprobé que era la denominación que todos los niños de esas edades daban a una niña.
Miren, la responsabilidad es siempre individual, pero a veces los entornos, las fallas educativas, son la causa, la etiología de conductas aberrantes.
Déjenme que les recuerde cuando al ir a entrevistar a un chaval muy complejo su abogado me dijo que quería estar en la entrevista. Le miré a los ojos y le dije plantearía esto a un ginecólogo. Mi entrevista iba a ser mucho más íntima.
Un domingo de guardia trajeron a mi presencia a un joven bañado en sangre. Le entrevisté mientras la madre fuera lloraba con un sufrimiento insondable. Había matado con su propia mano a otro joven de una banda contraria, en la calle Orense de Madrid. Era su hermano.
Los casos son siempre atractivos porque tienen la fuerza de la realidad y porque no se olvidan, pero hay que despegar de ellos para obtener teorías validas que expliquen los hechos y posibiliten prevenirlos.
Hemos visto al chaval que empujó a otro delante del metro, porque le había quitado un patín. Y nos hemos quedado con un profundo desagrado al saber del que disparó la pistola reglamentaria de su padre policía dejando tuerto a otro chico que además tuvo perdida importante de masa encefálica. Desde la convicción de que no fue un accidente, desde la comprobación durante la entrevista y las pruebas realizadas, pero no siempre lo cierto y verdad puede demostrarse en un juicio.
Decir aquí, dejar constancia que en los Juzgados de Menores se trabaja con seriedad en cada caso y ahí esta el juez, el fiscal, los abogados, los miembros de los equipos técnicos, las Fuerzas de Seguridad, con una característica muy especial, todos ellos han elegido vocacionalmente trabajar con menores, desde una normativa, inserta en directrices de instrumentos internacionales.
Me duele, me hace sufrir cuando en los medios de comunicación se transmiten banalidades, cuando no se conoce la realidad, cuando se genera una equívoca opinión que confunde menor con inimputabilidad.
25 años y la Ley no se ha modificado. ¿Alguien cree que si fuera fácil cambiarla no se hubiera llevado a cabo?
La Ley es penal, es educativa, es orgánica. Y los ciudadanos deben plantearse si es justa, piense si su hijo es la víctima, pero piense también si su hijo es el agresor.
Una vez un grupo de chicos y en una noche destrozó muchos elementos de un pueblo. Fui como siempre valiente, los reuní junto con sus padres en el frontón y se concluyó durante varios fines de semana la limpieza y el arreglo de dicho pueblo. Los ciudadanos lo agradecieron, lo entendieron, lo aplaudieron.
Un día exploré a un joven que golpeó con un cuchillo jamonero a un jardinero. Le había llamado subnormal y él era un chico con verdadera discapacidad mental. Lo probé en el juicio, lo demostré era inimputable, sí, era irresponsable. Y es que ser consciente no es suficiente. En la exploración que le hice como psicólogo forense por oposición del Ministerio de Justicia les dije a mis compañeras atentas y en un momento determinado de la entrevista le espeté, tú eres un subnormal, se levantó y sin darme tiempo a reaccionar me rompió una regla que yo antes había dejado en la mesa en mi cabeza.