Vida íntima


La realidad del ser humano es que precisa de esferas que defiendan su intimidad, para escapar a las miradas del otro, incluso en los hogares el respeto a la intimidad es uno de los mandamientos más importantes.

La intimidad no es solo el secreto sobre sí mismo que se oculta de los demás. No es espacio público, de hecho la RAE la define como lo más interior o interno, pero nace de y para la comunidad con la que se relaciona. 

La intimidad, incluso la privacidad, es moralmente crucial, para un ser humano que como define Kant, es de “insociable sociabilidad”. 

Es de clara percepción intuitiva, poseemos un espíritu que lucha por conocerse, es desde ese recogimiento e introspección que podemos sentir la propia vida, siendo que las emociones son parte muy importante. 

Apreciemos lo público, lo privado y lo íntimo como tres espacios separados, pero inseparables. 

Encontramos a quienes siempre evitan mostrar lo que sienten, los hay en un exilio de sí mismo. En general nos confesamos ante los amigos íntimos (en alguna medida), pero los hay que basan sus vínculos en el intercambio de confesiones, y acaban por trivializar el contenido de las mismas.

Se heredan secretos transgeneracionales que se convierten en angustiosos fantasmas inconscientes. 

No olvidemos que la intimidad es inconfesable, y que compartirla con otra persona, es destruirla.

La intimidad, apertura hacia el interior, en busca de sentido y significaciones diversas, es un espacio de contradicciones en torno a lo que somos y lo que nos activa y conmueve en el mundo.

En el interior no siempre hay un paraíso, sino un pozo hondo de psicopatologías, o de problemas emocionales, y en el exterior cabe la generosidad, el compromiso, más allá de la felicidad que vende la publicidad.

La autenticidad de cada uno, solo se puede compartir en la intimidad, en la soledad del yo viviente, que a veces conduce a la depresión.

La intimidad es condición necesaria para la elaboración psíquica. El silencio, compañero junto a la soledad de la vivencia íntima, del contacto con uno mismo, posibilitando el desarrollo de representaciones, los redescubrimientos, la reconstrucción psíquica. La realidad externa genera acciones, que en el mundo interno habrán de analizarse, para ver sus consecuencias.

Es la intimidad personal, centro y origen del desarrollo del yo, abriendo las compuertas a la autenticidad, que le permite afrontar el drama de su destino. 

Debe entenderse como constituyente de la persona, pero que nos resulta enigmática. Ya nos transmitió Ortega, “Vivir es el descubrimiento incesante que hacemos de nosotros mismos, y del mundo en derredor”.

Apreciamos la intimidad como requisito de la libertad, que nos dota de capacidad de pensar, que se acrecienta en el diálogo interno entre yo, y yo mismo. En la insoportable levedad del Ser, Milan Kundera concluye. - “La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo”.

La realidad del ser humano, es que precisa de esferas que defiendan su intimidad, para escapar a las miradas del otro, incluso en los hogares el respeto a la intimidad, es uno de los mandamientos más importantes.

Gustemos de la curiosidad de llegar a ser, de pasear, pensar, leer, charlar, vivir, de aceptar la propia fragilidad, de contar con alguien, de dibujar mejor el horizonte, de comprometernos con lo que perseguimos.

Aprendamos a vivir con la incomprensión, dejémonos ayudar y ayudemos, desde la propia bondad, tengamos confianza en los demás, concluyamos, que no ser avaricioso, te dota de riqueza.

Para que los niños aprendan a respetar su intimidad, hay que educar en el pudor, y es que la falta de pudor, conduce a la despersonalización. Trasladémosles que la reputación es esencial para sobrevivir, que el deber moral, es una autoobligación. 

Momentos de intimidad, momentos nuestros, y de lo nuestro, espacios de libertad donde buscamos despojarnos de coerciones, incluso de autoengaños y mecanismos defensivos.

La intimidad es espiritual, nos permite llegar a ser mejor de lo que se es; sentirnos concernidos, fortalecer la voluntad, muscular la esperanza; entender que el fundamento de las acciones éticas es la dignidad; exorcizar fanatismos; interpretar que lo importante no es el yo, es el tú; que no soy, somos; que nos cabe conducirnos con sensibilidad ética, más allá de la norma y de la ley; que es importante el sentimiento de culpabilidad; que la compasión es necesaria. 

Para Laín Entralgo “Vivir en serio”, es vivir desde lo más íntimo, acierta, pues la intimidad, nos capacita para estar más allá de modas y acomodos de cada sociedad, y aún momento histórico. 

Es la vivencia metafísica de la propia pertenencia personal, en la que me percibo y me siento a mí mismo, construyendo mi trama existencial.

La intimidad es un derecho, nos cabe el diálogo con Dios, y anticipar la última pregunta de nuestra existencia.