Chequilla

14/03/2021 - 11:29 Luis Monje Ciruelo

Chequilla es un pueblo mínimo, con nombre de colegiala traviesa y con trazas de pedanía más que de cabeza de concejo.

Camino del Alto Tajo, cuando realmente empiezan a verse pinares es al llegar a cinco o seis kilómetros de Chequilla. Hasta allí la carretera discurre desde Molina por las vegas y sólo a lo lejos, en los altos, se adivina la gran masa foresal que anuncia la proximidad del padre Tajo. Al descender hacia el Cabrillas el viajero se sorprende ante una aldea que parece más un nacimiento. En Chequilla hay praderas, con caballos, huertos y rocas dentro del mismo pueblo. Y, además, es un caserío perfectamente urbanizado, con todas sus calles pavimentadas, agua corriente y muchas flores en puertas y ventanas. Y, por supuesto, ninguna casa vacía durante el buen tiempo. En invierno, Chequilla tiene veinte habitantes, y en verano, más de 300.

Chequilla es un pueblo mínimo, con nombre de colegiala traviesa y con trazas de pedanía más que de cabeza de concejo. Y, sin embargo, es Ayuntamiento, con un alcalde de poco más de unos veinte años y un juez de Paz, el tío Higinio, simpático y de gran ingenio, que es toda una institución. Por la extensión de su término y su pequeño censo de población, Chequilla ha dependido siempre de Checa, pero su riqueza forestal, aunque inferior a la de Checa, le ha garantizado hasta ahora su independencia municipal. Y pienso que hace bien, porque si Chequilla tuviera más viviendas, en verano su población se multiplicaría. Con sus 1.354 metros de altitud y sus bellos paisajes es un pueblo ideal para veranear. Allí el único inconveniente es que ni en agosto hace calor.

A Chequilla se entra por una especie de puerta natural flanqueada por dos gigantescas rocas areniscas con aires de monolitos que parecen puestas allí para establecer un fielato o cosa parecida. La característica de Chequilla es precisamente estas rocas aisladas, verticales, como desprendidas de la alta montaña y puestas derechas para diversión de titanes. Son rocas coloradas, con algún pino que otro en lo alto. Sin estas rocas enhiestas, el caserío quedaría como desamparado y, por supuesto, perdería su personalidad. Pero Chequilla tiene una curiosidad que rueda incluso en cantares por la Serranía de Molina. Chequilla posee una de las plazas de toros más originales de España. Tiene por arena una pradera y por tendidos rocas de unos tres metros de altura. Allí se encaraman los espectadores para a aplaudir o silbar a los maletillas y espontáneos que nunca faltan.