De la cámara oscura de los clásicos a la de Annien Leibovitz
“Me resulta paradójico que ahora se pretendan hacer fotos que parezcan cuadros y cuadros que parezcan fotos, tal y como apuestan los nuevos hiperrealistas”
Esta semana se dieron a conocer los retratos fotográficos de los Reyes de España realizados por la prestigiosa Annien Leibovitz. El Arte se expone, una vez más, al inapelable juicio del espectador, crítico, marchante o coleccionista que, finalmente, pone precio al resultado. Hay casos extremos que sólo puedo concebir como una auténtica tomadura de pelo. Uno de los más comentados es el del plátano pegado a la pared con una cinta adhesiva que, al parecer, fue adquirido por un empresario especialista en criptomonedas por 6,2 millones de dólares. El nuevo propietario ha prometido comérselo.
Muchas obras alcanzaron el olimpo consagrando a sus autores. Algunos, disfrutaron en vida las caricias de la fortuna. Otros, la mayoría, ni vivieron para gozar de los parabienes de sus trabajos. Dicen que el cuadro más caro de la historia es uno realizado en su momento por Leonardo da Vinci y que hace unos años cayó en una corporación privada que lo adquirió por 450 millones de dólares. No quiere decir que sea el más valioso del mundo, si no por el que más se ha pagado en una subasta o está incluido en el tráfico mercantil. Las grandes joyas de arte no están en venta. Por dicha obra, denominada “Salvator Mundi”, refleja el rostro de un Jesucristo cuyo parecido a La Gioconda no es casual.
Leonardo usó y perfeccionó “La cámara oscura” un invento de Aristóteles o su escuela. En Wikipedia la describen como “un dispositivo óptico que es negro y permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie. Constituyó uno de los dispositivos ancestrales que condujeron al desarrollo de la fotografía”. De hecho, dicho artilugio exportó para el futuro el nombre de “cámara” para las máquinas que realizan fotografías. Su invento y uso se antojan casi misteriosos, pues muchos cuadros de grandes proporciones son inconcebibles si no estuvieron apoyados en invento tan creativo. Algunos sostienen que se trataba de un dispositivo de otras civilizaciones y el resultado de muchos trabajos realizados presuntamente por su uso, resultan sorprendentes.
Viendo el resultado del trabajo de Annien Leibovitz, en parte beneficiada por los antecedentes de la “cámara oscura”, y sin dudar de su excelencia profesional, me surge una reflexión bastante lógica. Dado que el entorno son salones del Palacio Real con toda su pomposa decoración, hay una pretendida intención en que SS MM parezcan retratos reales a la vieja usanza, es decir, al óleo. Me resulta paradójico que ahora se pretendan hacer fotos que parezcan cuadros y cuadros que parezcan fotos, tal y como apuestan los nuevos hiperrealistas. También me llama la atención que la mirada de Felipe VI parezca un pelín estrábica, en esa apuesta arriesgada de que no mire al frente, al espectador, a diferencia de Letizia, que sí lo hace y quien, por cierto, desprende gran belleza.
No sé si toda crítica implica cierta injusticia o, simplemente, es el resultado de la libre opinión de quien contempla una obra de arte. De la misma forma que las valoraciones que en su día se realizaron sobre el retrato familiar de Juan Carlos I y Sofía con sus hijos, realizado por Antonio López (¿quién ha metido al gran maestro en la venta forzada de copias de sus trabajos?), fueron malas y en parte las comparto y así lo escribí en estas páginas, no a todos han convencido las imágenes de nuestros reyes realizadas por Leibovitz.