¿Dónde vamos, señorita?
El corazón de Guadalajara agoniza y debería ser momento ya de buscar soluciones reales, y esas soluciones tienen un solo camino, hacer políticas sensatas y reales de vivienda más barata tanto en alquiler como venta.
A menudo cuando escucho la radio me viene a la mente esa frase, “¿dónde vamos, señorita?” que yo atribuyo, quizás erróneamente, a María del Monte y que mis amigos de Todo por la Radio, un espacio de la Ventana de Carlos Francino en la cadena Ser, reproducen frecuentemente en tono humorístico como no puede ser de otra manera.
Me viene a la mente porque no encuentro otra explicación más allá de lo absurdo de lo que está sucediendo aquí y allende los mares, en el mundo, en nuestro país y, en igual o mayor grado, en esta nuestra capital de provincia.
En un momento de reflexión quise plasmar lo que pienso que nos pasa y que no es otra cosa que no sabemos ni dónde estamos ni mucho menos dónde vamos. Bueno, quizás algunos sí lo sepan. Optimista por naturaleza, con los años y haciendo un seguimiento de la realidad, he ido cambiando la confianza por escepticismo y el escepticismo por preocupación.
No se debe a un hecho sólo sino a casi todos. Son las guerras que además de matar a miles de personas y arruinar millones de vidas inciden en todos los ámbitos de la economía hasta colarse en nuestras casas y hacernos más pobres. Asistimos sin poder o querer hacer nada a una subida de todos los servicios más básicos y esenciales, desde la luz o el gas hasta los alimentos y la vivienda, un hecho que nos empobrece y que a algunos les está ahogando hasta la extenuación. La pobreza crece mientras nuestros representantes públicos siguen sentados cómodamente sin querer darse cuenta de que, como dijo el economista y filósofo Adam Smith, “Ninguna sociedad puede ser feliz y próspera si la mayor parte de sus ciudadanos son pobres y miserables”.
También es la política del Gobierno y de la oposición, las mentiras y las promesas incumplidas, las contradicciones en las que incurren día tras día. Pasamos del no a la amnistía al no a la amnistía para los delitos de terrorismo que afecten gravemente a los derechos fundamentales, iniciando un camino incierto en beneficio de una sola persona que además de quebrantar el ordenamiento jurídico nos deja a todos en manos de un pequeño grupo de nacionalistas radicales.
Coincidiendo con el período de elecciones en Galicia hemos asistido a dos anuncios “estrella” por parte del Gobierno, uno la construcción de un buque logístico para la Armada Española en los astilleros gallegos que fueron bandera de la economía e industria españolas y que desde hace años están sometidos a un terrible olvido. Yo tuve la gran suerte de visitarlos cuando mi hermano Luis era el director técnico de la oficina de proyectos de la empresa pública Bazán, después Izar y hoy en día conocida como Navantia. He comentado con él el asunto y se ve muy sorprendido por el anuncio, la construcción de un buque de guerra no es algo fácil sino el resultado de un estudio pormenorizado de los requisitos y capacidades que desde el punto de vista estratégico realiza la Armada en colaboración con el astillero que diseña y construye. Muchos son los que llevan años pidiendo más trabajo para los astilleros y este buque ya fue prometido hace algunos más. Ahora, a las puertas de unas elecciones, curiosa casualidad, volvemos a escucharlo, ojala esta vez sí sea verdad.
El otro gran anuncio, ampliar el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid para ampliar su capacidad en un 28% con una inversión de 2.400 millones de euros. El tráfico aéreo es uno de los más contaminantes del planeta y nuestro Gobierno se comprometió a liderar la transición hacia energías renovables y limpias. ¿Alguien nos puede explicar entonces en qué bando estamos?
Preocupación también por lo más pequeño, por mi ciudad, esa en la que he vivido mis 56 años de vida. Viví en tiempos en que esta ciudad tenía chispa, disfruté del barrio en el que crecí lleno de vecinos y de niños, me divertí en los locales de ocio, en los cines y teatros de la ciudad, compré en los comercios de barrios, jugué con mis amigos en la plaza que hay frente a mi casa. Hoy, todo eso no existe, las políticas desacertadas y la pasividad de los ciudadanos la han convertido en un lugar vacío, sin apenas vecinos, lleno de locales vacíos, solares vacíos, casas vacías, calles y plazas vacías.
El corazón de Guadalajara agoniza y debería ser momento ya de buscar soluciones reales, y esas soluciones tienen un solo camino, hacer políticas sensatas y reales de vivienda más barata en el centro de la ciudad tanto en régimen de alquiler como de venta, ofrecer ayudas económicas efectivas y disminución de impuestos a aquellos que tienen el coraje de emprender un nuevo negocio y facilitar el acceso y el estacionamiento en esta zona de la ciudad. Mientras esto no suceda, el casco antiguo de Guadalajara seguirá muriendo.
No es momento de moralismos, ni de utopías ni de falsos optimismos, no es tiempo de cerrar los ojos ni de creer en falsas promesas, es momento de actuar y de preguntarse: señorita, ¿sabe usted dónde vamos?