El alemán de Azañón

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
Thomas Rodríguez Weier nació en 1968 en Brühl, un pueblo de 15.000 habitantes junto a la ciudad de Mannheim, en la que era entonces la República Federal Alemana. Siempre dice que vivía al lado de Steffi Graf, la archifamosa tenista que comparte orígenes con él, “aunque su casa no estaba tan cerca de la mía”, reconoce con una sonrisa en la boca mientras habla en un castellano prácticamente sin acento ninguno en su amplio y luminoso salón de Azañón.
Precisamente allí tiene el origen su primer apellido.
La historia de la familia Rodríguez es muy particular. Todo empezó cuando el padre de Thomas, Emilio Rodríguez Morales, a sugerencia de su hermano Marcelino, que ya llevaba un tiempo trabajando en la fábrica Schütte-Lanz decidió probar suerte en Alemania. En Mannheim, Emilio conoció y se casó con Ruth Weier, y poco después nació Thomas.
“Cuando era un niño no sufrí ningún rechazo por ser hijo de emigrantes. Sencillamente, era uno más”, recuerda. Tener ascendente ibérico en un colegio de Brühl era algo natural. A pesar de todo Thomas lleva encima el sambenito, dicho sea entre comillas, de ser Der Spanier, el español para sus amigos germánicos y el alemán en Azañón. “No tiene mayor importancia, pero analizándolo fríamente, me he criado en dos culturas con dos idiomas muy diferentes entre sí, con los beneficios que comporta, pero no tengo una patria. En todo caso, tengo dos”.
Su primera infancia tuvo marcado acento germano. “Me crié con mis abuelos maternos. Mi padre y mi madre trabajaban. Hablé alemán casi exclusivamente hasta los cinco años”, explica. Pero España estuvo siempre en el horizonte de los tres. La familia juntaba las vacaciones de todo el año para pasar el verano entero en Azañón y con el tiempo construyó una casa en la pedanía trillana.
En el año 2002 una reducción de plantilla en el Deutsche Bank para el que había trabajado durante 19 años en Alemania y la consiguiente indemnización, permitieron a Thomas plantearse seriamente una idea que siempre tuvo en la cabeza, volver a España, o mejor dicho, a Azañón. “Desde que era un niño me encanta la gente, el país, la forma de ser y las costumbres de aquí”, dice. Su banco recortó el 50 por ciento de los empleos y cerró el departamento de e-business en el que el azañonés desempeñaba su labor. “Consulté con mis padres la decisión de regresar. En una reunión familiar les reconocí mi responsabilidad con ellos al hacerse mayores. Decidieron permanecer en Alemania. Mi padre le ahorró el disgusto a mi madre. Dijo que se quedaban en Brühl”.
Der Spanier hizo entonces el viaje de vuelta a Azañón que Emilio emprendiera de ida muchos años antes. Después de varias experiencias laborales, Thomas lo dio todo para levantar una empresa dedicada al recobro, de matriz alemana, que se estableció en España en 2005. Su tesón le ha conferido un gran conocimiento del sector, donde ahora mismo se plantea emprender su propia aventura empresarial. Ganas, conocimientos y experiencia es lo que le sobra. Tiene la perseverancia del alemán y la flexibilidad del español. Thomas siempre ha encontrado en Azañón una fuerza especial que le ayuda a mantenerse, a reencontrarse y a buscar dentro de sí mismo para seguir adelante. La tranquilidad de su pueblo le servirá, como hizo siempre, de estrella del norte.