El milagro violeta que convirtió La Alcarria en Provenza
Cada mes de julio, cuando el calor madura los campos de Castilla, Brihuega detiene el tiempo. La comarca alcarreña se transforma en un tapiz púrpura que no necesita palabras para nombrar su belleza. Es entonces cuando tiene lugar lo que muchos llaman ya “el milagro violeta”: la floración de la lavanda, un fenómeno natural que ha convertido este rincón de Guadalajara en destino internacional.
La imagen resulta inconfundible. Miles de hectáreas de lavanda y lavandín —un híbrido cultivado localmente— visten el paisaje de tonos intensos, dibujando un horizonte ondulado y perfumado que cada año atrae a miles de visitantes. La floración alcanza su punto álgido a mediados de julio, aunque el clima puede modificar ligeramente las fechas. Entonces, Brihuega se engalana y la respiración se vuelve, casi, un acto de contemplación.
El proyecto nació como una apuesta arriesgada, impulsada por los Hermanos Corral. Inspirados por los cultivos franceses de la Provenza, intuyeron que el suelo y el clima de Brihuega reunían las condiciones óptimas para este cultivo. Años después, la iniciativa no solo ha transformado el paisaje, sino que se ha convertido en símbolo de identidad y revitalización para la zona.
El espectáculo visual se prolonga durante semanas, pero son las últimas horas del día las que mejor capturan su esencia. Cuando cae el sol, los campos se llenan de música y vestidos blancos. Conciertos al aire libre, entre flores, armonizan con los aromas de la lavanda. No es solo un festival, es una experiencia sensorial: cada nota, cada brisa, cada fragancia parecen conjurarse para dejar una huella indeleble.
El programa de actividades va más allá de la postal. Talleres de velas artesanales, perfumes o cerámica decorada con motivos florales permiten a los asistentes adentrarse en el universo de la lavanda. Las visitas guiadas, organizadas por el Ayuntamiento, recorren los campos de Malacuera, Hontanares o Villaviciosa de Tajuña, con explicaciones detalladas sobre el cultivo y la historia local.
El antiguo Lavadero se convierte en espacio de creación, mientras la Iglesia de San Miguel acoge exposiciones como España en floración. Para quienes prefieren una conexión más pausada, hay sesiones de yoga al amanecer, vuelos en globo o parapente y paseos nocturnos con enfoque etnobotánico. Todo ello acompañado de un mercado artesanal y una oferta gastronómica que dialoga con el territorio.
La cocina también tiene un papel protagonista. Nombres como el del chef Dani García, con dos estrellas Michelin, se suman a una propuesta que mezcla creatividad y raíces. Cada plato elaborado en Brihuega durante estos días busca rendir homenaje al entorno y a los productos locales, integrando el paisaje en la experiencia culinaria.
Los organizadores recomiendan venir con calzado cómodo, agua y protección solar. Pero sobre todo, con la disposición de dejarse llevar. Brihuega no se recorre, se respira. Y cada paso entre lavandas es una invitación al asombro, a la calma y a la celebración de la naturaleza convertida en arte.
La Provenza española no está en Francia. Está en Guadalajara. Y cuando florece, el mundo entero parece detenerse.