El nuevo lenguaje

12/06/2017 - 17:58 Jesús Fernández

La democracia tiene hoy un lenguaje vandalizado y de ocupas.

Existe una explicación estratégica y sociológica en el lenguaje de los nuevos políticos (que no de política nueva) que es un paralenguaje. Los nuevos profetas confunden o llaman “a las barricadas” con “a las mariscadas”. Alargando la expresión clásica de nuestro Antonio de Nebrija, siempre el lenguaje fue compañero del poder. A un poder nuevo le corresponde un lenguaje nuevo. La conquista  comienza con el asalto al vocabulario. Los nuevos partidos parecen un contenedor de las palabras. Es muy difícil hoy ser político por procuración, por encargo, pues se quiere representar al pueblo también en el lenguaje.   
    La expulsión o rechazo de una determinada política lleva consigo la introducción y asunción de un nuevo lenguaje en ella. Mandan por delante a las palabras para preparar el terreno. Hay que fundir y confundir el viejo lenguaje para moldear el futuro político de un pueblo. Por ello, el nuevo lenguaje es lanzado por la boca como una granada de humo   para crear el humo de la confusión y desconfianza y entrar a saco en los conceptos, en las instituciones, en las tertulias, en los seminarios, en los coloquios. La ideología operativa y las estrategias de conquistas verbales  comienzan por la demagogia del lenguaje en la democracia. Tienen que convertir en impacto lo que es revolución. Primero toman el poder de las palabras y conceptos. ¿Cómo se realiza esto? Consiste en usar mal las palabras y convertir en desconfiado e inseguro su sentido y significado tradicional o gramatical. Para ello, pronuncian ciertos vocablos ininteligibles que sirven para llamar la atención. Cuando, por la presión social, se ven obligados a expresar el sentido de sus propias palabras, ya han ganado la primera batalla pues introducen el sentido que ellos quieren y les conviene.
    La democracia tiene hoy un lenguaje vandalizado y de ocupas. Ellos cambian el sentido y el destino de los términos que usan a conveniencia propia, como se cambian las señales de un camino. No buscan la comunicación que significa solidaridad y comunidad lingüística. Lo primero que revelan las palabras es nuestro interior, nuestros conceptos, no el exterior o conceptos de los demás. Pero la nueva izquierda recorre el camino contrario, quiere hablar como piensan y hablan los demás, no como lo que piensan ellos. Así no se puede entender la democracia. Sólo pueden hablar ellos mientras que los demás callan y escuchan, adoptando y aceptando su significado. No existe lenguaje científico sino sólo discurso demagógico, impactante   frente a importante. Cuando los demás te piden que renuncies al sentido de las palabras es que quieren atraerte o meterte el  suyo.