El renacer del uso comunal en Guadalajara
Imagina un amanecer en las estribaciones de la Alcarria, donde el sol tiñe de oro los barrancos secos y un pastor guía su rebaño hacia un bebedero recién renovado. No es una escena sacada de un manuscrito iluminado del siglo XII, sino la vida cotidiana en Fuentenovilla, un pueblo de Guadalajara donde el eco de los antiguos "comunales" resuena en cada sorbo de agua compartida. En esta provincia de castillos en ruinas y dehesas infinitas, el concepto de uso comunal -ese derecho colectivo a pastos, bosques y aguas que sostuvo a generaciones de labriegos-no es solo un capítulo de historia. Es un hilo vivo que teje el pasado medieval con las batallas modernas contra la despoblación y el cambio climático. Únete a este viaje por Guadalajara, donde el común renace como herramienta de supervivencia rural, guiados por documentos oficiales y relatos que palpitan con la tierra misma.
Y no hace falta remontarse ocho siglos para verlo: este mismo otoño, el Ayuntamiento de Fuentenovilla ha vuelto a abrir los montes municipales para que las familias del pueblo recojan leña de manera sostenible, tal y como hicieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos. El común, aquí, sigue oliendo a encina recién cortada.

A esta fuente de Fuentenovilla se le conocía antiguamente como “la fuente de los pilares”, según Herrera Casado.
Raíces Medievales
En el corazón de la Castilla medieval, la villa de Guadalajara emergió como un faro de organización colectiva. Fundada en el siglo VIII por los árabes y reconquistada en 1085, pronto se convirtió en cabeza de la Comunidad de villa y tierra de Guadalajara, un vasto territorio que abarcaba decenas de aldeas en su alfoz, ese término que evoca un mosaico de tierras reales, libres de señoríos opresivos. El primer fuero, otorgado por Alfonso VII en 1133 y ampliado por Fernando III en 1219, no era mero papel: establecía bienes de realengo accesibles al "común de vecinos", donde pastos para el ganado trashumante, bosques para leña y caza, y aguas para el riego se compartían como un pacto sagrado con la naturaleza.
Estos comunales no eran un lujo; eran el pulmón económico de la población rural. Como detalla Javier Plaza de Agustín en su estudio Tierras comunales y lucha por el poder en la Guadalajara medieval, estas tierras públicas -gestionadas por concejos municipales- sustentaban la ganadería ovina que impulsaba la lana castellana, la agricultura de secano en parcelas temporales y la explotación forestal para carbón y construcción. Lee un extracto del libro aquí. Pero no todo era idílico: conflictos estallaban por usurpaciones, con nobles como los Mendoza anexionándose pastos para sus vasallos, o pecheros roturando ilegalmente ante la presión demográfica. A lo largo de los siglos XIV y XV, reyes como Juan II y los Católicos intervinieron con jueces de términos y pragmáticas, preservando el espíritu comunal pese a las tensiones.
La desamortización del siglo XIX privatizó muchos de estos bienes, disolviendo estructuras feudales. Sin embargo, en Guadalajara, el uso común sobrevivió en forma de dehesas compartidas y caminos vecinales, un legado que hoy se reinventa para combatir la sequía y el éxodo rural.
Del Pasado al Presente: Inversiones que reviven el común moderno
Avancemos al siglo XXI, donde la Diputación Provincial de Guadalajara ha transformado el antiguo fuero en subvenciones concretas. Desde 2020, su programa de infraestructuras agrarias de uso común ha inyectado millones en pueblos con menos de 10.000 habitantes, financiando bebederos, hidrantes y lavaderos que facilitan la vida al sector primario. En la convocatoria de 2023, por ejemplo, se destinaron 300.000 euros a 23 proyectos, cubriendo hasta el 80% de las inversiones -un total acumulado de 1,8 millones hasta 2024, según resoluciones oficiales-. Consulta la resolución completa en el BOP de 2023.
El objetivo es claro: sostener la ganadería y agricultura tradicionales en un territorio vulnerable a la aridez, promoviendo un uso compartido de recursos como el agua y los pastos. Para 2025, la convocatoria anticipada mantiene el impulso con otros 300.000 euros, priorizando bebederos para ganado y sistemas de carga de fitosanitarios, todo en concurrencia competitiva para maximizar el impacto rural. Detalles de la convocatoria 2025. Así, lo que empezó como un derecho medieval se adapta a retos actuales: eficiencia hídrica, ganadería sostenible y cooperación vecinal.
Los vecinos de Palazuelos se unieron en 2023 para arreglar su ancestral lavadero.
Sostenibilidad, patrimonio y lucha contra el olvido
En un mundo donde las ciudades succionan almas rurales, estos comunales modernos son faros de relevancia. Primero, sostenibilidad: bebederos eficientes combaten sequías crónicas, permitiendo una ganadería que respeta ciclos naturales, alineada con directivas europeas de gestión del agua. Segundo, patrimonio colectivo: preservan el "espíritu comunal" -esa cooperación forjada en fueros medievales- como antídoto al individualismo, fomentando huertos vecinales y ferias ganaderas.
Tercero, adaptación contemporánea: ante el calentamiento, estos proyectos incorporan lavaderos sostenibles y hidrantes que minimizan desperdicios, transformando reliquias en herramientas verdes. Finalmente, contra la despoblación: al hacer viable el campo, atraen neorrurales -jóvenes urbanos soñando con cabras y olivares-, como se ve en iniciativas de repoblación en la Alcarria. En Guadalajara, donde un pueblo muere cada lustro, el común es resistencia poética.
Fuentenovilla: Un microcosmos del renacer comunal
Regresemos a Fuentenovilla, ese enclave de 550 almas donde un bebedero de 2023 no es solo cemento y tuberías: es un puente entre el fuero de 1133 y la Guadalajara de mañana. Aquí, ganaderos como los descendientes de medievales pecheros comparten no solo agua, sino historias de resiliencia. Este pueblo, con sus barrancos de encinas retorcidas, encarna lo local que ilumina lo global: en España, fenómenos similares en Soria o Teruel reinterpretan comunales para renta agraria y cuidado territorial. En Fuentenovilla, el común susurra que el futuro rural no se privatiza; se hereda, se comparte, se reinventa.
Si exploras Guadalajara, detente en estos pueblos. Camina sus dehesas, toca el agua fresca de un bebedero. Sentirás cómo la historia, húmeda y viva, fluye aún. Para profundizar, consulta el libro de Plaza de Agustín o las convocatorias de la Diputación. El común te espera.