Felices, pero sin perdices
Miguel Delibes ya advertía en los ochenta, en su autobiográfico libro de caza ‘Perdices del Domingo’, de la disminución constante de la perdiz roja, la pieza más apreciada en cacerías, mesas y celebraciones.
Miguel Delibes ya advertía en los ochenta, en su autobiográfico libro de caza ‘Perdices del Domingo’, de la disminución constante de la perdiz roja, la pieza más apreciada en cacerías, mesas y celebraciones. Sus allegados lo consideraban parte de su sempiterna denuncia conservacionista y de los ataques al paisaje, animales, plantas y hasta al lenguaje rural. También la relacionaban con su zancada ya menos firme para acorralarlas por laderas y barranqueras y abatirlas con un certero disparo.
El escritor, que entendía la caza como disfrute de la naturaleza, temía el proceso devastador que iba despoblando a Castilla de pájaros, como siglos atrás se despobló de bosques. Le acaba de dar la razón un estudio liderado por la universidad de Córdoba, con la participación de cuatro prestigiosos centros, uno de ellos alemán: la población de perdiz ha disminuido en un tercio desde 1990.
Los investigadores atribuyen el declive del ave a la intensificación agrícola en sus zonas de cría, al deterioro del hábitat, con falta de zonas para anidar y guarecerse, y a la exposición a biocidas, como las llamadas “semillas blindadas”. Otros factores dañinos son la suelta de perdices de granja, que ha “bastardeado” la especie, y la presión de vecinos ungulados desconocidos hasta hace poco por estos pagos. En algunos lugares se han alcanzado densidades de 50 ciervos y 90 jabalíes por km2. De media, casi 70 veces más que la de personas en el Señorío de Molina.
Delibes no utilizaba la caza para alternar y los negocios, como muchos políticos y empresarios. Unos amigos contaban que en una cacería, en una finca de Segovia, coincidió con el Rey. Enfrascados en una charla sobre literatura y poesía fueron advertidos para ocupar sus puestos. De pronto, un bando de perdices levantó el vuelo y nadie se atrevía a disparar esperando a que lo hiciera primero el monarca. Don Juan Carlos le dijo a Delibes: “O las perdices … o el protocolo./Las perdices, dijo Delibes. Y empezaron a disparar”.
Hoy, la especie cinegética por excelencia, la ‘reina de la caza’ en Castilla en palabras de Delibes, con su elegante pico y patas rojas, lleva camino de pasar al índice de animales en peligro de extinción. Y de desaparecer del final de los cuentos. Si queda en alguno.