Fin de temporada

31/05/2025 - 12:15 Jesús de Andrés

Se respira en el ambiente, huele a fin de temporada, a etapa agotada, a período vencido. 

Tras meses, años, intentando asaltar las murallas, parece que ha llegado el momento, que el fuego enemigo ha conseguido por fin derribar las primeras almenas, que se han abierto vías de agua en la embarcación de Sánchez, hasta ahora impertérrito al timón. Los casos de corrupción, de la peor corrupción, esa que tiene regusto chabacano, con estética de puticlub, farias y palillo en la boca, llenan los medios, ya no solo los tabloides populistas ni los afines a la oposición. Sánchez se mantiene en una foto fija de hace dos años, sin aprobación de los presupuestos generales y perdiendo apoyos por el camino. Las perspectivas electorales de quienes fueron sus socios en 2023 son, hoy por hoy, menguantes hasta el punto de hacer imposible una reedición de la mayoría parlamentaria que lo aupó a la presidencia del Gobierno. Sumar sigue restando, y en Cataluña cuecen habas para todos, sobre todo para el independentismo de derechas, sobrepasado por una extrema derecha local en auge.

En previsión de lo que pueda ocurrir en los próximos meses, quizá semanas, el Partido Popular organiza un congreso para que la posible convocatoria de elecciones no le sorprenda con los deberes sin hacer. Feijóo, sin necesidad alguna, congrega a los suyos del 4 al 6 de julio. No transmite buenas sensaciones el hecho de que, como todo indica, el líder popular pretenda reforzar unos cambios internos que no es capaz de ejecutar por sí mismo. Es hora de sacar a Mazón de Valencia, un lastre que arrastra desde hace demasiados meses, y es hora de cambiar algunos rostros funestos que, lejos de aportar, merman apoyos. Pero para ello no es necesario un congreso, al contrario: un golpe de autoridad retirando a Mazón y renovando su equipo sería mucho mejor entendido por todos aquellos que están en la tesitura de darle su apoyo sin ser fieles acríticos.

La decisión última está en su mano, en la del presidente, al que nuestro sistema político, una vez nombrado por el Congreso, da un enorme poder. Hasta ahora ha demostrado poca, ninguna, intención de abandonar, por mal que le haya ido. Dos años sin presupuestos sería motivo suficiente en cualquier otro país para reconsiderar la viabilidad gubernamental. Aquí poco ha importado. La sucesión de casos de corrupción, casi todos sin sustanciar en condenas judiciales, también es verdad, afectan a familiares y personas hasta hace poco leales. Ahí puede estar la clave. Hasta entonces, toca esperar a que Sánchez se decida. Qué aguante el suyo. Y qué paciencia la nuestra.