Guerras de distracción

24/05/2025 - 19:56 Jesús de Andrés

Los teóricos de la guerra se refieren a ella, a la guerra de distracción, para explicar el inicio de un conflicto internacional como respuesta a un problema interno.

Cuando un gobernante, acuciado por su situación doméstica, quiere mantener su grado de aprobación o encarar un proceso de reelección, nada mejor que acudir a un chivo expiatorio, que distraer la atención del personal de los problemas internos, que señalar con el dedo allí donde quiere que miremos para no mirarlo a él. Lo hicieron los militares argentinos en la Guerra de las Malvinas, cuando la ineficacia económica de su dictadura era mayor incluso que su ilegitimidad. Lo hicieron Yeltsin y Putin en Chechenia, utilizando el conflicto que ellos mismos atizaron para fortalecer su imagen de líderes nacionalistas fuertes, manipulando a la opinión pública y articulando medidas represivas. Los ejemplos, se pueden hacer una idea, son innumerables.

Nuestros políticos no inician guerras en el sentido militar del término, pero no cejan en su empeño “todo vale” para llevar el debate allí donde se sienten cómodos, escurriendo el bulto de lo propio y señalando con énfasis los problemas del rival. Es psicología social de manual. ¿Que me están afectando más de la cuenta la corrupción, los problemas de gestión, la falta de apoyos o los malos resultados? Pues vamos a ver qué encontramos por aquí. Lo mismo sirve un debate traído por los pelos que una controversia espuria. O el resultado del festival de Eurovisión, criticado con modos de mal perdedor, como si fuera una cuestión de Estado.

Sin presupuestos generales, con mendicidad parlamentaria crónica, con casos de corrupción aflorando aquí y allá, quizá a alguien se le ocurrió pensar que una victoria eurovisiva podría ser un revulsivo y una distracción sin igual. El pequeño problema es que mandamos una canción mala de desafortunada estética poligonera. Y encima, tras el chaparrón, nos sorprendemos de que no sea apreciada por el resto de países. Por si fuera poco, se provoca a la audiencia con mensajes políticos y no se entiende que eso precisamente motivó el voto en sentido contrario. Tiene que haber habido tongo, claro, porque no coincide con nuestros deseos, pensaron las mentes preclaras de La Moncloa. Algunos se echan las manos a la cabeza por la politización de un festival que siempre lo estuvo. Sea como sea, les ha servido la distracción porque lo importante es eso, que si discutimos sobre Eurovisión desviamos la atención de otras cosas. Para futuras ediciones, propongo enviar a Ábalos, Koldo y Aldama, cual trío Los Panchos, conducidos por un director de orquesta de espíritu fraternal. No se hablará de otra cosa. Y todos tan contentos.