Hablo de libertad

16/11/2018 - 19:57 Marta Velasco

Ellos volvieron a la Complutense cuarenta años después, e interpretaron aquellas canciones, las mismas que en el 72 censuraban en España.

El miércoles, con viento del sur y una lluvia antigua, cogí el autobús de la Moncloa hasta la parada de Derecho, donde hace cincuenta años me bajaba cada día. Todo era igual, salvo los árboles enormes y oscuros, que yo recordaba recién plantados.

Este miércoles no iba a clase, iba a un concierto de Los Lobos y Aguaviva en la facultad de Filosofía de la Complutense. Hace cincuenta años no hubiera sido posible cantar a pleno pulmón las letras de Miguel Hernández, Nicolás Guillen, García Lorca, León Felipe, Rafael Alberti o Blas de Otero. Nos habrían desalojado de la facultad y los grises nos habrían recibido con la porra y la manguera, habríamos corrido detrás del tranvía en desbandada, entre los altos caballos de los grises y los amigos que nos gritaban corre, corre, y habríamos perdido algún zapato de tacón entre las vías… Y si, a todo correr, hubiéramos superado triunfantes el Ministerio del Aire, nos habríamos refugiado en el Manolo o en el Mesón del Marisco con el corazón estallando de adrenalina y miedo, los ojos llorosos y un poco de risa por haber ganado la carrera. Y por haber gritado casi sin aliento la palabra más hermosa: Libertad, lo único que le pedíamos a la vida entonces. En Paris ardía la calle, y buscaban la playa bajo los adoquines, pero los jóvenes franceses pedían menos que los españoles, porque nosotros no teníamos libertad. Al día siguiente, en el hall de Derecho, habría una sentada, y nos informarían si había detenidos, si había heridos, allí no había rastro de risa, sino de preocupación. Haríamos huelga unos días y vuelta a empezar.

El miércoles, tantos años después, no estuvimos todos, muchos se quedaron en el camino, pero estaban los que encendieron el fuego, los que cantaron las palabras importantes. Nativel Preciado lo dijo cuando presentó a Los Lobos, un grupo de universitarios formado en el 72, que interpretaron los poemas más revolucionarios, y a Aguaviva, grandes voces que triunfaron en los años 70, en la misma línea. Habló de lo heroico de aquel tiempo, cuando queríamos libertad para leer a nuestros poetas comprados de tapadillo en la Librería Argentina, para oír nuestra música cantada por Paco Ibáñez, Labordeta, Raimon, Lluís Llach, Serrat, Los Lobos y Aguaviva…

Ellos volvieron a la Complutense la otra tarde, cuarenta años después, e interpretaron aquellas canciones, las mismas que en el 72 censuraban en España. Y lo hicieron como cuando tenían veinte años, con la misma fuerza y la misma ilusión. 

Gracias a estos jóvenes que pusieron letra y música a nuestros sueños y a los movimientos universitarios y políticos de toda España, que desde los años cincuenta se comprometieron y se prepararon para ello, tuvimos una ejemplar transición, tuvimos libertad, elecciones y una Constitución pactada y moderna; nos convertimos en una monarquía parlamentaria avanzada y desde entonces gozamos de paz y democracia, forjada en base a un difícil diálogo, mucha generosidad y un largo olvido. Y que así sea.