Hallan un tesoro navideño en el interior de un edificio de Azuqueca de Henares
Eran las ocho de la tarde de ayer. Repentinamente, los vecinos del conocido Edificio Pizarro de Azuqueca, emplazado en el popular bulevar de las Acacias, se encontraron con una inesperada sorpresa.
Unas voces angelicales resonaban en cada uno de los rincones del patio vecinal, que, con forma de corrala circular, conformado por las cuatro alturas que lo componen, es el punto de reunión de los moradores del inmueble cada vez que llegan estas fechas. Cada uno de ellos comenzaba a asomarse desde su pequeño palco sin saber exactamente qué es lo que era. Las voces eran perfectas. La resonancia, gracias a la estructura en redondo del patio, también. A priori parecía que esos coros celestiales procedían de un disco debido a la excelencia del sonido de voces, guitarras y panderetas.
El villancico universal, Noche de Paz, podía escucharse en un entorno de gran armonía musical y vecinal. Poco a poco, los inquilinos se fueron dando cuenta de la procedencia de ese coro que inundaba física y emocionalmente hablando la comunidad vecinal. Los residentes en las plantas bajas comenzaron a mirar hacía el cielo, por si fuera el mismísimo Dios el que los hubiera realizado semejante obsequio por Nochebuena.
Hacia las 20.30 horas las cenas de Nochebuena se comenzaban a enfriar. Pero merecía la pena. Indagando, los vecinos, boquiabiertos, descubrieron el pequeño tesoro navideño. Desde la tercera planta surgía una rondalla navideña conformada por los miembros del coro de la Iglesia Evangélica azudense, a la que pertenecen un centenar de rumanos, a los que hay que sumar 25 niños, que llevan viviendo desde 2004 en Azuqueca de Henares, muchos de ellos residentes en el Edificio Pizarro.
Benjamín, el pastor de la Iglesia Evangélica de Azuqueca de Henares.
Seguimos indagando sobre la procedencia de este magnífico regalo de Navidad. Benjamín, el pastor de la congregación (así prefiere que le llamemos debido a su complicadísimo nombre de origen rumano), asegura que este presente musical lo ofrecen a todo Azuqueca: “Rondamos por la calle, comenzando desde la zona del Lidl, pasando por La Quebradilla, y vamos parando en las casas de los miembros de nuestra iglesia que nos invitan; también pasamos por el Centro de Salud y cantamos para la gente que trabaja en Urgencias durante la noche de Nochebuena”.
En particular, en lo concerniente al edificio Pizarro, “llevamos desde 2005 cantando aquí, porque nos sentimos muy bien acogidos, toda la gente sale y aplaude. Es algo extraordinario a lo que hay que sumar la buena acústica”.
Se trata de una tradición de la Iglesia Evangélica rumana, ya que, como nos cuenta Benjamín, ellos no realizan cena de Nochebuena de la misma manera que la española.
La congregación se abrió en 2004. “Primero abrimos una sede en la zona de Mercadona, pero, como la congregación crecía, nos cambiamos a la calle Toledo, donde seguimos en un local en alquiler”, ilustra Benjamín. “Cualquiera puede venir y estar con nosotros, de hecho, las misas las hacemos en rumano, pero tenemos traductores al español; son jóvenes de nuestra congregación que ya nacieron aquí, de hecho, son españoles que hablan muy bien el idioma”, indica.
Ellos son un ejemplo perfecto de integración, aunque en ocasiones como ésta