Hay vida después de Pancorbo
Por si alguien tenía dudas de este Azuqueca, sí hay vida después de Pancorbo. La baja del factótum –persona que desempeña todas las tareas de una dependencia– no privó al cuadro de Manolo Alfaro de sumar los tres puntos, eso sí con una alta dosis de sufrimiento y agonía en la recta final.
En condiciones normales, marcar dos goles en los primeros dos minutos suele ser señal inequívoca de faena fácil, festival... desde luego no en el San Miguel. Con tan solo 28 segundos de partido, Javi Heranz cabeceó un centro desde la izquierda a las mallas y tan solo un minuto después, Tena resolvía un barullo en el área poniendo tierra de por medio con el 2-0.
Los rojinegros comenzaron a desplegar su mejor fútbol, asfixiando la línea de creación del Almagro y con la línea defensiva prácticamente en el centro del campo. Ya se sabía que el cuadro azudense raseaba el cuero con criterio –faltaría más teniendo en el campo a Rober y Chilo– pero complementando ese fútbol asociativo con intensidad y rigor táctico, la ecuación era arrolladora. Hubo ocasiones para el 3-0 y el 4-0, por ejemplo un gol anulado a Javi Heranz por fuera de juego o un disparo de Roberto Izquierdo desde la frontal desviado espectacularmente por Astillero.
Y sin embargo, por alguna extraña razón (a gusto del espectador), el Azuqueca cayó en la autocomplaciencia, bajó la intensidad, reculó o simplemente que enfrente hay un rival con amor propio.
El caso es que en una jugada aislada, Ureña se sacó de la manga un disparo desde el pico derecho del área que se alojó en la red. Era el minuto 32 y Javi Heranz pudo restablacer la diferencia acto seguido pero su mano a mano salió rana y a la jugada siguiente, los azudenses terminaban de dilapidar la ventaja, al encajar el 2-2 obra de Joseli. Minuto 34. El tiempo restante hasta del descasno fue movidito sobre todo para el colegiado, al que se le reclamaron un fuera de juego inexistente y un penalti a Chilo, que por cierto tuvo que abandonar el campo con un golpe en el tobillo derecho.
Ya en el segundo tiempo, Rober se mostró como el hombre más clarividente sobre el césped y de él brotaban las acciones más peligrosas para deshacer la igualada pero con el paso de los minutos, los de Manolo Alfaro fueron cayendo en la precipitación y en la ansiedad. Sin llegar a tener aproximaciones serias, los encajeros tenían posesiones más largas y la sensación de controlar mejor el partido –repito, sin ocasiones– ante un Azuqueca, que atacaba a trompicones, pero con mucha fe eso sí. Qué paradójico es el fútbol que cuando mejor estaban los azudenses en el primer acto encajaron dos goles seguidos; cuando mejor parecía estar el Almagro, fue cuando recibió el 3-2 de Javi Heranz, que da un respiro a Manolo Alfaro.