Héroes de blanco: la batalla contra el Covid en las residencias de mayores

03/08/2021 - 11:57 Sara Vera Juárez

Trabajo en equipo, compromiso y vocación, tres pilares fundamentales para librar esta guerra

El 2020 será recordado por mucho tiempo como el año que sacudió al mundo cambiándolo para siempre. De alguna forma, todos hemos sufrido consecuencias directas o indirectas. Como si de un tsunami se tratara, ha dejado a su paso millones de víctimas mortales e historias de sufrimiento y pánico inefables y, sobre todo, un sentimiento de desamparo y de olvido difícilmente comprensible si no se vive en primera persona; otros han perdido el trabajo y otros tantos sus ahorros. Ha sido el año que ha marcado un antes y un después en nuestro estilo de vida; el año que nos ha dado a todos una lección magistral en resiliencia; y el año que nos ha enseñado que ser fuertes ante la adversidad no es una opción, sino la única posibilidad en una realidad cargada de incertidumbre.
Dentro de este contexto, sobresale todo el personal profesional de los centros de salud, hospitales y residencias que, gracias a su incansable esfuerzo y dedicación, han terminado por convertirse en auténticos héroes. Trabajando largas jornadas e incluso arriesgando su vida, han atendido a diario los múltiples enfermos de Covid-19. 

La tormenta perfecta
Uno de los sectores más afectados por esta enfermedad potencialmente contagiosa ha sido la tercera edad. En una primera instancia, todos fuimos conocedores de la dura situación que atravesaban los centros de mayores: casi la totalidad de sus residentes y trabajadores se contagiaron, circunstancia por la cual las residencias geriátricas se convirtieron en uno de los lugares más azotados por el virus. 
Este grupo de población es, de hecho, de los que más vulnerabilidad presenta en torno a esta afección, ya que tienen una carga de enfermedades crónicas muy elevada, su capacidad inmunitaria muy disminuida y unas características propias intrínsecas de su edad o, lo que es lo mismo, un desgaste vital. Muchos de ellos viven en estos centros donde es propicia la transmisión de la enfermedad: se acumula gente; en su mayoría casi todos están polimedicados y presentan un estado de salud delicado; comparten cuidadores, zonas comunes... A fin de cuentas, el patógeno se ha cebado de una forma despiadada sobre las personas que viven en estos núcleos. Es más, según afirma Juan Rodríguez Solís, jefe de Geriatría del Hospital Universitario de Guadalajara, “se da la situación ideal para que sean los más afectados y, a la vez, los más vulnerables al coronavirus, una enfermedad totalmente desconocida”.
Muchos de ellos han resistido y lo han superado, pero quienes no, han terminado con bastantes secuelas desgraciadamente negativas: “deterioros cognitivos acentuados, más dependencia, depresiones más severas, y una serie de cuadros muy agudizados que, en algunos casos, han aparecido, sin mostrarlos previamente”, explica Solís.

 

 

Al pie del cañón
Sin duda, el personal. Gracias a la labor del equipo médico, personal de enfermería, auxiliares, celadores, la plantilla de cocina, el servicio de limpieza, técnicos, programadores, y un largo etcétera, que ha estado al pie del cañón cada día, los residentes han recibido todos los cuidados y la atención requerida en cualquier momento para salir adelante. 
Debido a la expansión del virus, toda la comunidad internacional ha decretado diferentes medidas y normas a nivel estatal que, a su vez, han repercutido de manera directa a toda la población, pero especialmente, a quienes conviven en estos centros.
Para salvaguardar la seguridad de estas personas, se han promovido una serie de pautas de aislamiento con el objetivo de frenar y erradicar, en la medida de lo posible, esta infección. Por un lado, el impacto ha sido positivo para este fin, pero por otro, cabe destacar “la desorientación y la soledad por la ausencia de visitas externas e incluso la no relación entre ellos mismos durante muchos meses” como una de las consecuencias negativas, manifiesta el doctor Rodríguez Solís. Son, por tanto, personas que necesitan un estímulo extra para mantenerles activos y conectados con el mundo exterior y parte de ellos no ha sido verdaderamente conscientes de la situación.
Las nuevas tecnologías han aportado un valor añadido importantísimo como es la comunicación entre los residentes y sus seres queridos. El personal de las residencias de mayores ha favorecido mucho este aspecto porque han sido los precursores de ponerles en contacto con sus familias, ya sea por videollamada o por vía telefónica, utilizando sus propios teléfonos. “Ha sido emocionante ver a los abuelos hablar con sus nietos a través de la pantalla”, cuenta Sofía Rivera Fernández, médica de la residencia Albertia Las Palmeras de Azuqueca de Henares. La implicación por parte del personal de estos espacios no se reduce solamente a este ámbito comunicacional, sino también a muchos otros niveles. Este tipo de trabajos sería muy difícil realizarlos si las personas implicadas en ellos no tuvieran vocación de servicio. “Siempre les hemos protegido y acompañado dentro de nuestras posibilidades”, añade Rivera Fernández.  Además, el personal ha agudizado su ingenio y cosas que antes no se les daba ninguna importancia, se han convertido en algo imprescindible. “Decorar platos, hacer papiroflexia, cantar y bailar sevillanas a primera hora de la mañana, favorecer el diálogo con conversaciones aparentemente triviales y todo lo que ha estado en nuestras manos lo hemos hecho para facilitarles el día a día y sacarles una sonrisa”, relata la médica. Cada uno ha aportado su granito de arena y la profunda dedicación del personal en primera línea ha supuesto una serie de situaciones excepcionales. Por ejemplo, en muchos casos, el personal ha permanecido interno junto a los residentes para minimizar lo máximo posible el riesgo de contagio modificando así sus hábitos de convivencia y sin regresar a sus hogares después de la jornada; ha doblado turnos; ha realizado actividades extras; y se ha aprovisionado de material donado y, por otra parte, ha desarrollado su imaginación ideando EPI, monos, batas, delantales y gorros caseros… 
Pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Después de todas las dificultades y dada la crudeza de las circunstancias, la labor de todos los sanitarios ha sido reconocida, como por ejemplo, a nivel nacional con el premio Princesa de Asturias 2020. A nivel regional, Enany Getahun Cebru, enfermera en la residencia Alameda de Sigüenza, ha sido galardonada con el premio a la Mejor Enfermera de Castilla-La Mancha en representación de todo el colectivo de Enfermería, por su meritoria labor en el ámbito sanitario durante este periodo de Covid-19. “Después de 16 años trabajando en esta residencia, estoy muy orgullosa y agradecida por el reconocimiento a todo nuestro esfuerzo y empeño”, comenta emocionada.
Toda ayuda ha sido bienvenida en este escenario caótico, especialmente, al inicio de la pandemia. El papel del personal de las residencias ha sido esencial. Según los testimonios que Nueva Alcarria ha podido recabar al respecto, todos coinciden en un mismo punto, y es que “la unión hace la fuerza y remando todos en la misma dirección somos capaces de hacer lo mejor”. “Trabajar en equipo con otras personas y diferentes entidades como, por ejemplo, la Unidad Militar de Emergencias desempeñando labores de desinfección, la Guardia Civil, la Policía Local y Nacional, el servicio de ambulancias, bomberos, sanitarios de atención primaria, equipos de residencias y los profesionales del hospital, ha sido espectacular”. 
Margarita Sánchez ha trabajado como médica en cuatro residencias diferentes desde que comenzó la pandemia hasta día de hoy, en Casa Hogar y La Campiña en Humanes, en Princesa de Éboli en Pastrana y Nuevo Horizonte en Guadalajara. Ha sido testigo de varios brotes en distintos centros, pero siempre ha mantenido un espíritu positivo y de esperanza. “La belleza oculta de todo esto son las sinergias entre los diferentes equipos de profesionales e instituciones que han contribuido para ayudar a resistir y acompañar a todos los enfermos hasta el final con el fin de que no sintieran ningún vacío emocional”, expresa la médica Sánchez.
Todas las ramas de la medicina han colaborado para mitigar los efectos de la epidemia, pero dentro de este sector, la Geriatría ha tenido una mayor implicación. “Al principio, tuvimos pacientes de todo tipo y de todas las edades. Hemos tenido que acomodarnos a las necesidades más urgentes. Con el tiempo, nos hemos centrado en nuestro perfil de paciente más habitual como son las personas mayores. Y desde junio de este año, hemos hecho algo más específico y ha sido trabajar fuera del hospital en centros de mayores, apoyando y aliviando a la plantilla de trabajadores especialmente golpeada por los estragos que ha generado el virus”, cuenta el doctor Solís.

La mejor aliada
Hace tan solo dos años, hubiera sido inimaginable que los investigadores del mundo entero se pusieran manos a la obra para explorar y proceder con el lanzamiento masivo de un antídoto que impida contraer o enfermar con este virus tan letal. 
El pasado 27 de diciembre comenzó en España la tan esperada campaña de vacunación contra el coronavirus. El primer pinchazo de la dosis del fármaco Pfizer fue para Araceli Hidalgo, una residente de 96 años del centro de mayores Los Olmos de Guadalajara. Juan Rodríguez Solís fue uno de los testigos presentes en este célebre momento, “la verdad que ser coprotagonista de aquella mañana ilusionante y esperanzadora fue muy bonito, pues se trataba de dar comienzo en nuestra capital a la campaña de vacunación más anhelada de la historia”, narra el jefe de Geriatría del Hospital de Guadalajara. Tras ello, el Gobierno de Castilla-La Mancha concedió 30 medallas de oro extraordinarias a diversos colectivos que lucharon contra la pandemia y, precisamente, una de ellas fue para la valiente Araceli. 

 

 

Ayuda y esperanza
Cada testimonio recogido de estos héroes está cargado de emoción y humanidad. Hay historias que siempre quedarán marcadas en las mentes de quienes estuvieron en primera línea. “Es reconfortante saber que con toda nuestra ayuda ha sido posible salir adelante. Estar al pie del cañón ha dignificado la profesión y nuestro mayores nos ha dado lecciones admirables de serenidad y comportamiento ante la situación que estábamos pasando”, cuenta Margarita. “Hemos recibido infinidad de agradecimientos de todo tipo: mensajes por vía telefónica y por correo, dibujos de los niños y muchos presentes y dulces caseros que nos hacían el día más llevadero”, completa su compañera de profesión, Sofía Rivera.
Actualmente, el panorama se encuentra en otra fase. La apertura de las residencias ha permitido la vuelta de las visitas familiares e incluso que los propios residentes puedan volver a una cierta normalidad. Sin embargo, es precipitado lanzar las campanas al vuelo ya que el peligro sigue acechando. Todos estos profesionales sanitarios recomiendan que se sigan manteniendo las principales medidas de prevención: “llevar puesta la mascarilla en cualquier lugar, mantener la distancia de seguridad, tener la mayor higiene posible y ser conscientes de que esto no está superado y queda un largo camino por recorrer”. 
“Con empeño y tesón, todas las residencias a nivel provincial se han volcado en hacerlo lo mejor posible”, apunta Rodríguez Solís. Todos sus trabajadores han dado lo mejor de sí mismos y han sido los grandes héroes de esta batalla. Nuevo Horizonte y Valdeluz en Guadalajara; La Alameda y San Mateo en Sigüenza ; Albertia Las Palmeras en Azuqueca de Henares; Princesa de Éboli en Pastrana; y Casa Hogar y La Campiña en Humanes son algunos ejemplos de la perseverancia de la que se ha ido hablando en todo el reportaje. 
Como broche final, es inspirador recordar esa gran labor que han realizado estos profesionales para recordar que no importa cuál sea nuestra profesión, pues siempre podemos marcar la diferencia para impactar positivamente en nuestro entorno.