La botarga y los danzantes de Valdenuño emocionan en la fiesta del Niño Perdido

09/01/2011 - 18:57 Mónica Tovar


La localidad campiñera ha celebrado con gran emoción y devoción la Fiesta de Interés Turístico Provincial del Santo Niño Perdido, y de forma especial los 10 jóvenes que este año han dado vida a la botarga, al tamborilero y los ocho danzantes rememorando la búsqueda de ese niño perdido que ha dado lugar a esta arraigada tradición.
Desde primera hora de la mañana estos protagonistas han recorrido casa por casa todo el pueblo. Entre rosquillas, polvorones y la voluntad de cada vecino y la música fueron pasando por todas las casas hasta llegar a la iglesia, pasadas ya la 13.30 horas, donde cumplieron con la parte de la tradición más esperada. Primero dos de los danzantes flanquearon la puerta del templo. Uno pidiendo dinero con el gorro de la botarga y el otro dando con el palo a todo el que pasaba. Así se fue llenando el templo que se completó con la llegada de la botarga, el protagonista. Bailó delante de la imagen del Niño Perdido antes de que comenzara la eucaristía y se hizo notar durante toda la misa, aunque eso sí con mucho respeto a la celebración religiosa. Incordió varias veces a los feligreses que se encontraban en el interior del templo, tras la homilía volvió a bailar delante del Niño y como manda la tradición, volteó los cestillos y el dinero que los danzantes habían recaudado.
El momento culminante y más esperado, sin embargo, ha tenido lugar al final de la misa. La botarga, tras su última vuelta de rigor golpeando y entreteniendo a los fieles y haciendo sonar sus cencerros, hizo su último baile ante la imagen del Niño, que dio paso al baile del paloteo de los ocho danzantes, al ritmo del tambor, en el interior del templo. Esta vez se quitaron la chaqueta negra, se pusieron el chaleco, se apretaron la faja y pusieron los pelos de punta de todos los que permanecieron inmóviles en los bancos esperando su actuación. Primero junto al altar y después en la parte inferior, los jóvenes hicieron sonar sus palos de espino con toda su fuerza, tanto que muchos perdieron gran parte de ellos y se quedaron en la mano sólo con una astilla, aunque lo sustituyeron por otro, y toda la emoción que expresaron cuando concluyeron el baile. Los interminables aplausos del público se mezclaron con los abrazos de botarga y danzantes, orgullosos de haber cumplido un año más con esta tradición que han vivido desde pequeños y que la llevan muy dentro.