La espada de Manzanares bajo aromas de Morante

12/04/2015 - 09:34 Sergio Lafuente


Con la plaza llena y agotadas las entradas, la lluvia se hizo protagonista de la corrida del cincuentenario en una tarde que contó con la presencia de Don Juan Carlos I como invitado de excepción. La corrida de Zalduendo resultó noble y con cierta calidad, aunque con escasa fuerza. Ponce se fue de Brihuega con una oreja en el esportón y dejó claro con dos febles animales que el tiempo no pasa por él. Como tantas tardes aplicó su habilidad en el primero llevándolo a media altura y repitió el método con el que hizo cuarto, un toro frágil al que toreó a placer con la muleta a media altura. Administró esfuerzos y tiempos hasta conseguir afianzar al astado en el último tramo y ahí surgió la inmarchitable e imanadora muleta de Ponce, incluido el repertorio de su habitual poncina y los cambios de mano de gusto barroco.

A Morante se le vio feliz durante toda la tarde, tanto en el ruedo como en las caladas al hábano fumado en el callejón. Aún sin redondear ninguna de sus faenas, de sus manos surgieron los mejores instantes. Pinturero con su noble y pronto primero cuajó dos buenas series diestras de mucha suavidad y empaque. Despatarrado y descalzo dejó la coda del farol sureño antes de mancillar con la espada el trofeo ganado. Luego topó con un animal inválido que arrastraba los cuartos traseros. La buena actitud de Morante sirvió para dibujar una faena limpia que puso una tibia luz a la lluvia de abril.

Manzanares vistió de luto seis meses después del fallecimiento del padre y no se halló consigo mismo en ninguno de sus toros. Tan sólo la eficiencia estoqueadora le sirvió para protagonizar la foto del triunfo fácil de la corrida del 50 aniversario. Con su noble primero, no consiguió el alicantino el encuentro en una labor sin cuerpo ni alma. Tan sólo en una serie al final voló la muleta con ritmo más acoplado a la embestida antes de dejar una eficaz media estocada que le valió una oreja de poco peso. Otra cortó del toro que cerró plaza al que lanceó con gusto a la verónica bajo el tañido de las campanas de la Virgen de la Peña. Con la anochecida izaron a hombros a Manzanares hacia la puerta del triunfo y en ese momento cesó la lluvia. Ya es mala suerte.