La España Vaciada, o entre todos la mataron


Por eso creo que las decisiones que toman, día a día, los responsables políticos de cada pueblo, determinan que su pueblo siga vivo, o que se vaya muriendo poco a poco. 

Leo habitualmente, como los políticos se reúnen en lugares emblemáticos, tipo Parador de Sigüenza, para hablar y debatir del problema de la despoblación rural, todas estas reuniones terminan con un “vino español” y unas notas de prensa en las que marcan unas actuaciones de inversiones a futuro, nombrando a delegados que se encargarán de la ejecución de los presupuestos que se dotan para estas actuaciones. Lo cierto es que son noticias muy llamativas por la cantidad de actuaciones que se proponen hacer para revertir esta terrible realidad.

Lo que ocurre es que por mucho presupuesto que doten y por muchos delegados que nombren, el día a día no tiene nada que ver con la realidad de nuestros pueblos, que cada vez se despueblan más, provocado por el envejecimiento de las poblaciones y la emigración  a las ciudades, buscando mejores servicios y una vida más cómoda.

Todos conocemos la realidad de estos pueblos, donde no hay apenas servicios, con una tienda donde se vende de todo un poco, pero muy poco de todo, y a veces hace también de bar; donde el médico va un día a la semana, el alcalde va los fines de semana, no hay farmacia, no hay gasolinera, no hay servicios de profesionales que puedan atender una avería urgente de electricidad, fontanería, cerrajería, mecánica, albañilería; internet nunca llega a la velocidad necesaria si llega.

Lo cierto es que vivir en los pueblos tiene su encanto, pero también es difícil asumir  las carencias  de tener todos los servicios a mano como en las ciudades.

Por eso creo que las decisiones que toman, día a día, los responsables políticos de cada pueblo, determinan que su pueblo siga vivo, o que se vaya muriendo poco a poco. 

En cualquier lugar, es fundamental que la gente pueda tener un trabajo que le permita vivir y así es imprescindible la existencia de empresas que dan servicio a sus habitantes y trabajo a los vecinos, fijando población, mantienen el presupuesto con sus impuestos, y vivo el pueblo con sus casas habitadas y sus naves abiertas. Por eso son tan llamativas las actuaciones de ciertos políticos, que con tal de cambiar un ladrillo y que lo pague otro, son capaces de despreciar a los profesionales que tienen al lado, a los que luego reclaman cuando hay que cobrar impuestos, o a los que acuden cuando hay una urgencia. 

Escribo esto después de ver las noticias referentes al alumbrado público de un pueblo en el que se desarrolla un proyecto para alumbrar ciertos espacios, cambiando o ampliando las luminarias actuales y la fórmula elegida es un macro proyecto  que englobe todas las actuaciones que se puedan hacer, para pedir una subvención a quién pueda repartirla. Y en la adjudicación de la obra se pondera sobre todo el precio ofertado, la capacidad de ejecución y el plazo de garantía de la obra… Estamos hartos de ver como hay empresas que se quedan con servicios públicos yendo a la baja con sus ofertas, para luego cerrar la empresa y dejar a la población sin servicio. El último ejemplo la concesionaria de los autobuses que hacen la ruta de Molina de Aragón, que ha cerrado y ya no hay autobuses… pero se sigue buscando el precio más bajo, aún a costa de la calidad del producto. Otro aspecto es la garantía, garantías absurdas ofertadas y aceptadas por los gestores, ¿Cómo puede ofertar, y aceptar una garantía de 15 años en una luminaria de alumbrado público?, no tiene sentido esa garantía, sobre todo en una empresa que no tenga sede en la localidad, ¿Qué ocurriría si durante una tormenta se disparase un diferencial? ¿la empresa adjudicataria de la obra garantizada durante 15 años mandaría un operario de madrugada a rearmar este diferencial a un pueblo, a 200 Km de distancia? Seguro que no, y si fuese una luminaria que dejase de alumbrar ¿mandaría un operario con un camión cesta para sustituir la luminaria averiada? Pues seguro que no. Al final los vecinos se quejarían al alcalde de la oscuridad de la calle, y el Ayuntamiento tendría dos opciones, una reclamar a la empresa que asumiese su garantía, si no voluntariamente, judicialmente, y esperar unos cuantos años a que el juez dicte sentencia sobre el cambio de la luminaria, y gastar en abogados más que vale la luminaria; o repararla por sus propios medios, esto es por medio del personal propio del Ayuntamiento, por regla general personal no formado ni autorizado para la manipulación de instalaciones eléctricas (el REBT lo dice bien claro: las instalaciones eléctricas, solo las manipulan los instaladores eléctricos, y deben cumplir unas condiciones en el desarrollo del trabajo), o llamar al instalador más cercano, ese al que se desprecia en los concursos por no poner garantías irreales e imposibles de cumplir. ¿Quién puede garantizar que una empresa seguirá en el mercado dentro de 15 años?

Entonces, si los pueblos se mantienen vivos, aparte de con los jubilados, con la gente que trabaja en la empresas que hay en ellos; y las administraciones locales, cuando tienen que hacer un trabajo solo buscan quién  lo haga más barato, o nos prometa más garantías (falsa s por completo), al final las empresas del pueblo  tienen que cerrar o buscar trabajo por otro lado, y entonces, cuando la empresa se marche del pueblo buscando donde trabajar, y sus casas se queden vacías, los políticos prepararán otra reunión, con otro vino español  y otras notas de prensa para decidir sobre el presupuesto que van a dotar a los pueblos que se mueren, para cambiar las luminarias y los bordillos de las aceras, que posiblemente haga una empresa de un polígono industrial de las afueras de una ciudad. Entre tanto, otra empresa de otro pueblo cerrará sus puertas y el pueblo se irá quedando vacío, pero eso sí, con las luminarias nuevas haciendo brillar los bordillos de las aceras recién cambiados, pero que no verá nadie, porque nadie vivirá en los pueblos.

Escribo indignado porque son hechos que no consigo comprender, y aunque este hecho ocurre de manera cotidiana,  y me refiero en este caso a la noticia surgida sobre el proyecto de cambio de luminarias en Trillo; un pueblo que será de los de mayor presupuesto per cápita de España, que podría acometer cualquier obra de esta índole con su presupuesto, que por unas migajas de subvención, desprecia a las empresas locales y pone en subasta la obra, adjudicándola a una empresa que llegará, hará la obra, cobrará y no aparecerá más. Entre tanto las empresas locales tendrán que despedir a sus trabajadores por falta de trabajo, y no solo debido a la pandemia, si no a las decisiones de los responsables políticos. Luego cuando haya una avería y les necesitemos con urgencia, iremos a llamar a su puerta, pero no nos abrirá nadie.