La novia de España
Me refiero a Antoñita Bronchalo Lopesino, “Lupe Sino” en el mundo del espectáculo, la novia de Manolete.
Estamos en Sayatón. A uno se le ocurre pensar si todavía estará en pie, o quedará algo siquiera, de la casa en la que el seis de marzo de 1917, vino al mundo una mujer hoy olvidada por todos, incluso por la mayor parte de sus paisanos. Me refiero a Antoñita Bronchalo Lopesino, “Lupe Sino” en el mundo del espectáculo, la novia de Manolete.
Se sabe de esta mujer que fue una actriz mediocre, bellísima, que su primer encuentro con el torero tuvo lugar en el conocido bar Chicote de Madrid en el año 1943. En presencia de Pastora Imperio, amiga de ambos, quien los puso en contacto. A partir de entonces, la relación entre la bella alcarreña y el famoso torero fue cada vez más frecuente, hasta acabar en una relación estable.
Manolete vino a su pueblo con Antoñita en alguna ocasión, aunque lo hizo con mayor frecuencia al vecino lugar de Fuentelencina, donde residía una de sus hermanas. En Fuentelencina pasó el torero largas temporadas; casi completo el año 1946, donde alternó en fiestas con los lugareños. Conviene decir que desde que comenzó la relación entre Antoñita Bronchalo y Manolete, la oposición por parte de la familia del torero fue rotunda, sobre todo por parte de su madre, doña Angustias Sánchez. Con el nombre de Lupe Sino (derivado de su segundo apellido) Antoñita Bronchalo intervino en varias películas durante la década de los años cuarenta. Viajó a México con Manolete en dos temporadas, hasta que la tragedia de Linares, en aquella tarde fatal del verano del 47, acabó con la vida del torero y con la felicidad de Antoñita; pues para mayor dolor, no se le permitió visitar en la enfermería de la plaza al novio agonizante, por miedo, se dijo, a que en el último momento el diestro llegase a pedir el matrimonio in artículo mortis.
La vida de Lupe Sino fue a partir de entonces una sucesión de desdichas, pues luego de haber participado en la última de sus películas, se fue a México, y allí se casó más tarde con un abogado, de nombre Manuel Rodríguez, hombre adinerado, del que se divorció poco después en su deseo de volver a España. Murió sola y olvidada en su casa de Madrid, de muerte repentina. Era septiembre de 1959, sólo contaba 42 años. Sus restos reposan en el cementerio madrileño de Hortezuela. Todo un contraste con el llorado final de su amado, cuya muerte conmovió a España y a gran parte e Hispanoamérica.