Las murallas de Palazuelos

31/01/2020 - 12:02 Luis Monje Ciruelo

A fuerza de verlas de cerca, tendría alguna lógica que apenas sintiera ante ellas la admiración que a los visitantes del pueblo suscitan.

Los periódicos alguna noticia sobre mi Palazuelos familiar, generalmente para exaltarlo, tengo que hacer un esfuerzo mental para remontarme a mis años juveniles cuando los chicos jugábamos a la sombra de sus murallas sin apreciar la Historia que nos circuía. Tuve que distanciarme de mi pueblo y ganar en perspectiva para valorar su importancia histórica, literaria y monumental. Jamás, cuando nos escondíamos en los cubos y torreones del recinto amurallado, tuve la sensación de que, en aquel hueco, el paso, el peso y el poso de los siglos, adquiría una evidencia real, como ahora me sucede. Últimamente, las murallas, con su más de medio milenio a cuestas -550 años casi exactamenteme inspiran un respeto quasi reverencial, y cada vez que vuelvo a ellas, lo que hago de tarde en tarde, siento una impresión indefinible, entre veneración y familiaridad. A fuerza de verlas de cerca, tendría alguna lógica que apenas sintiera ante ellas la admiración que a los visitantes del pueblo suscitan. Sin embargo, me sucede lo contrario, quizás porque veo en sus cinco veces centenarias piedras, no sólo la huella de tantos siglos sino también la impronta de mis antepasados. A su lado, a su sombra, con su permanente presencia, vivieron y murieron no sé cuántas generaciones de mi familia, que, por lo menos hace tres siglos, ya en el pueblo residían. Y las que no habían nacido allí, lo habían hecho en el mismo valle de Sigüenza, en Ures, Olmeda de Jadraque y Riosalido, sin salir de la feraz hondonada que desde un extremo presidía la torre de Séñigo, construida tres siglos antes de levantar el primer Marqués de Santillana las murallas de Palazuelos. Cuando mi padre y mi madre allí nacieron, esas venerables piedras tenían un siglo menos, y cuando lo hicieron mi tatarabuela Úrsula y mi tatarabuelo Ciriaco faltaban sólo dos siglos para llegar al presente. Si empieza uno a encadenar generaciones a través de los libros parroquiales, por supuesto que la ascendencia se remonta a mucho antes de que la presencia de la guerrilla de El Empecinado ante los franceses diera lugar al derribo de un portillo en las murallas de la parte alta, luego ampliado por la incuria y las humedades del cerro.

  Gracias a su extraordinaria solidez, con dos metros de anchura en algunos puntos, se mantienen en pie casi en su totalidad, aunque los adarves están inutilizados y faltan las almenas.