Los comuneros de Guadalajara
Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación castellana. Consta que el día 5 de junio de 1520 se organizó un grupo de gentes, que mezclados entre la masa pública, se dirigieron al Palacio del Infantado, pidiendo al duque que se uniera a la causa antiimperial.
La sonora manifestación de protesta conque el pueblo español recibió las primeras acciones de gobierno del heredero de la corona, Carlos I, tras la muerte de sus abuelos los Reyes Católicos y el cese del Cardenal Cisneros, se agravó degenerando en la llamada Guerra de las Comunidades en Castilla y de las Germanías en Valencia. Salamanca, Toledo, Segovia, Cuenca, Ávila..., son nombres de ciudades sublevadas en contra de los abusos que el joven rey y su corte de flamencos intrusos en nuestro suelo, hubieron de imponer a su llegada a España. La derrota de Villalar (23 de abril de 1521) y la ejecución de los tres principales cabecillas castellanos, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, marcaron casi el final de tan encarnizadas guerras, que acabarían por cambiar la actitud del nuevo rey y abrir, al lado de su pueblo, un definitivo periodo de progreso.
Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación castellana. Consta que el día 5 de junio de 1520 se organizó un grupo de gentes, trabajadores y artesanos, que mezclados entre la masa pública se dirigieron al Palacio del Infantado, pidiendo al duque, don Diego de Mendoza, que se uniera a la causa antiimperial. Figuraban entre los organizadores el carpintero Pedro de Coca, el albañil Diego Medina, un albardero y buñolero apodado Gigante, el presidente de la Audiencia Ducal, Francisco de Medina y Mendoza, el licenciado Juan de Urbina, el caballero Diego de Esquivel y otros nombres distinguidos de la ciudad entre los que no faltaba el conde de Saldaña, don Iñigo López de Mendoza, heredero del poderío familiar mendocino.
Los manifestantes, descontrolados, incendiaron las viviendas de los procuradores que habían asistido por Guadalajara a las Cortes de La Coruña, donde se votó en favor del nuevo plan de obligaciones e impuestos dictados por el Emperador. El altercado tomó caracteres de brutal violencia.
Para mantener el orden, don Diego de Mendoza mandó encarcelar a los cabecillas; a su hijo y heredero lo deportó a la villa de Alcocer; al presidente de la Audiencia lo retiró de sus funciones, y, de los artesanos encarcelados, mandó ejecutar a Pedro de Coca, cuyo cadáver fue expuesto para público escarmiento en la Plaza Mayor.
Días después, la ciudad envió a la convención comunera de Tordesillas a tres procuradores: Francisco de Medina, Juan de Urbina y Diego Esquivel, quienes terminada la guerra serían considerados como los únicos comuneros de Guadalajara y castigados con la confiscación de todos sus bienes. (Diccionario Enciclopédico de la provincia de Guadalajara).